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jueves, 6 de junio de 2013

¿Es bueno que los niños vayan siempre en brazos?



Los zapatitos de tacón de Suri Cruise han sido motivo de comentario desde que la pequeña, de 5 años de edad, comenzase a llevarlos casi inmediatamente después de abandonar la cuna: menos ergonómicos que el calzado habitual diseñado para los niños de su edad, muchas voces han recriminado a sus papás, Tom Cruise y Katie Holmes, la falta de responsabilidad a la hora de elegir los zapatos de la pequeña, y el hecho de que ésta tenga que ir siempre en brazos de alguno de ellos.

Sin embargo, y según los expertos en crianza infantil de la asociación Red Canguro, el contacto físico de padres a hijos que proporciona el llevar a los hijos en brazos no tiene por qué suponer una influencia exclusivamente negativa sobre los niños: al contrario de lo que dicta la creencia popular, responder a las exigencias y lloros de los más chiquitines de la casa cogiéndoles en nuestros brazos refuerza su autoestima y sensación de seguridad, así como la percepción de que los padres están siempre allí para sentirse queridos y protegidos, sin que ello implique una especial ‘dependencia’ de estar entre los brazos paternos.

Eso sí, a la hora de transportarles, y en especial cuando empiezan a hacerse mayores, es fundamental tener cuidado tanto con su postura como con la nuestra: nada de dar tirones en los brazos (sobre todo a medida que empiezan a incrementar su peso corporal), agárrales siempre de las axilas para evitar lesiones, y, durante los primeros meses, procura hacer uso de un portabebés, mei tai o mochila, que te permita tenerlos cerca sin provocarte daños en la espalda.




¿Cuándo es el mejor momento para enseñarles a ir al baño solitos?



Quitarles el pañal, y educarles en el uso del orinal, es uno de los momentos 'cruciales' en la vida de los niños: a pesar de lo engorroso de la tarea, con paciencia, cariño y unos pocos consejos, es más que sencillo acostumbrarles a ir al baño solitos, sin necesidad de que volvamos a cambiarles los pañales de manera regular.

La edad más adecuada para empezar a enseñarles, aunque varía dependiendo del niño, es a partir de los 20 y hasta los 36 meses: para entonces, los 'peques' son lo bastante maduros en su desarrollo para comenzar y entender la importancia del orinal, y asuman que tienen que pedir pis si no quieren estar incómodos.

Para saber si ha llegado el momento adecuado, nada mejor que prestar atención a una serie de indicios, que van desde algo tan sencillo como que empiecen a avisarnos de que el pañal que llevan está mojado, hasta que sean capaces de 'aguantarse' las ganas, haciendo pis en gran cantidad en lugar de poquito a poco, o comiencen a desarrollar habilidades motrices más avanzadas.

Una vez que hayamos decidido 'acabar' con los pañales para siempre, es importante tener en cuenta que hay que empezar a poquitos, y que el aprendizaje del uso del orinal, como todo, lleva su tiempo: empieza probando sólo durante el día (procura que la primera vez sea en fin de semana, para no cargarles con la responsabilidad de pedir el pis a la 'profe'), y hazte con un orinal con asiento ergonómico, que se ajuste a su tamaño y altura. Si se hacen pis encima, no les cambies inmediatamente, para que asocien el no ir al baño con la incomodidad de estar mojados, y, por regla de tres, lleva siempre un par de mudas contigo, por si ocurriera algún 'accidente'.

Fuente: Tot-a-lot




¿Cómo controlar las peleas entre los gemelos?



Cuando los llantos se multiplican por dos, la paciencia se divide también por la misma cifra: ser padres de gemelos, especialmente en etapas conflictivas del crecimiento como de los 2 a los 4 años, cuando comienza a formarse la identidad, o durante la adolescencia y pubertad, puede convertirse en un auténtico quebradero de cabeza, y una fuente constate de estrés si no sabemos cómo lidiar con los momentos de mayor tensión.

Las rabietas y enfados a partir de los 2 años, son pues, normales, aunque no por ello fáciles de sobrellevar: gritos, berrinches, protestas y lloros que se acumulan día si, día también, mientras el pequeño va ejerciendo su necesidad de hacerse notar y mostrando sus primeros visos de ‘personita’ con autonomía. En el caso de los gemelos, además, el plus de complicación es evidente: además de la competitividad que pueda surgir entre los hermanos (pelearse por juguetes, prendas de ropa o incluso muestras de afecto de los padres), o la dificultad de encontrar su propia identidad cuando viven con un hermanito idéntico a ellos mismos, el efecto ‘dominó’ aumenta exponencialmente, llegando a crear un verdadero caos cuando se desata el ‘terremoto’. Así, si uno se tira al suelo a llorar y patalear, no es raro que el otro le siga, aunque no tenga motivo aparente para estar enfadado.

La flexibilidad de los papás en estos casos es fundamental: saber imponer límites educativos, dejándoles espacio suficiente para que se sientan ellos mismos, no ceder ante su 'chantaje emocional', especialmente si es por caprichos infundados, o reaccionar y prever con adelanto cuándo una determinada situación puede desencadenar una pataleta. Identificar el origen de la rabieta permite cortarla muchas veces de raíz, y algo tan básico como un enfado por falta de sueño, hambre o aburrimiento encuentra fácil solución ya sea instaurando una rutina que se adecue a sus ritmos de vida (que incluya desde las horas de merienda hasta la siesta), o alejándoles del foco que haya originado el conflicto (una pelea por un juguete, una caminata larga o una comida que no les gusta).


Fuente hola.com

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