No es noticia que las mujeres españolas se deciden a ser madres cada vez más tarde. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, sólo en 2012 hasta el 17% de las nuevas mamás superaba los 35 años, mientras que la edad media de maternidad se situaba en torno a los 31 años, un año más que en la década anterior.
A este hecho hay que sumarle que cada vez haya más mujeres que se plantean tener hijos sin pareja, y a las muchísimas parejas que no aumentan la familia después del primer o segundo bebé. Dos tendencias demográficas que discurren paralelas, y que han disparado a su vez el número de niños nacidos gracias a las técnicas de reproducción asistida. El perfil en auge: mujeres trabajadoras en la treintena, que no se plantean tener más de dos hijos, y que se cuidan con mucho mimo durante el embarazo.
Nada de particular salvo por el hecho que este tipo de embarazos tardíos pueden en cierto modo aumentar el riesgo de que el bebé presente algún tipo de anomalía al nacer, así como la posibilidad -pequeña pero real-, de sufrir un posible aborto asociado a la amniocentesis, una prueba invasiva que consiste en la extracción de líquido amniótico mediante una punción, y que se realiza en aquellas mujeres que presentan una probabilidad alta de que el feto tenga alguna anomalía cromosómica.
Una de las maneras de 'cortar' por lo sano con este tipo de dudas, así como la ansiedad que genera a las mamás embarazadas el tenerlas, son las pruebas prenatales genéticas, o no invasivas. Una técnica de diagnóstico relativamente nueva, que simplifica una prueba que anteriormente no estaba exenta de riesgos para el bebé, y que podría llegar a disminuir la realización de amniocentesis en un 95 por ciento.
Las pruebas permiten así descartar la presencia de alteraciones cromosómicas, entre las que se encontrarían, por ejemplo, el síndrome de Down, Edwards o Patau, así como las aneuploidías más comunes, que suelen incrementarse a medida que la madre es más mayor. La incorporación de estos test cambia de forma sustancial la manera de diagnosticar al bebé, ya que pueden aplicarse a todas las mujeres sin temer posibles riesgos, y, sólo en aquellas en las que el primer screening sea positivo, realizarse una amniocentesis para confirmar el resultado.
Mamás deportistas, bebés más sanos
Si hacer algo de ejercicio cardiovascular es bueno para ejercitar nuestro corazón y ponerlo más fuerte, ese mismo beneficio se da en los bebés antes incluso de llegar al mundo. Así lo ha explicado recientemente la Fundación Española del Corazón, desde donde defienden que las mamás embarazadas que practican ejercicio de manera regular, favorecen el desarrollo de un corazón más fuerte y sano en sus bebés.
Las pruebas médicas las aporta un estudio llevado a cabo por investigadores de la Kansas City University of Medicine and Biosciences, realizado entre más de sesenta mujeres embarazadas, de las que 26 practicaban algún tipo de ejercicio aeróbico, con el objetivo de realizar mediciones del desarrollo de los bebés en los diferentes momentos del embarazo, a fin de obtener una evaluación de su ritmo cardiaco.
Estos 'corazones fuertes' en los bebés les reportan, además, grandes beneficios que se traducen en un menor sufrimiento durante el parto -las taquicardias al dar a luz son signo de sufrimiento fetal, aunque que si el ritmo cardíaco del bebé se mantiene bajo, el riesgo de sufrirlas es menor-, y que se mantienen a lo largo de todo el embarazo y también durante, al menos, el primer mes desde su nacimiento.
Aunque aún se desconoce la causa exacta por la que el feto adquiere los beneficios del ejercicio materno, el estudio apunta a que las hormonas segregadas tras la práctica de deporte (las conocidas endorfinas), traspasarían la placenta durante la actividad física, favoreciendo el desarrollo del corazón del bebé y haciendo que el niño esté más cardioprotegido desde el momento de nacer
A pesar de que la práctica de actividad física es necesaria en cualquier estapa de la vida, resulta más que recomendable consultar siempre con el obstetra qué ejercicios hacer y en qué intensidad durante los nueve meses de gestación. Las mamás embarazadas, además, cuentan un estado de circulación hiperdinámica, lo que significa que tienen que bombear más sangre de lo habitual, elevando con ello su frecuencia cardiaca. La práctica de ejercicio disminuye esta frecuencia, ayudando de paso a reforzar el suelo pélvico y la pared abdominal.
Alimentos 'prohibidos'durante el embarazo
Con la noticia del embarazo se plantea una larga lista de cambios en los hábitos de vida, que conciernen desde la cantidad de ejercicio físico, a la alimentación, horas de sueño o incluso la forma de sentarse o tumbarse en la cama. En concreto, la lista de alimentos 'prohibidos' o de los que se debe reducir su ingesta, es una de las que más afectan a muchas mujeres, que ven reducidas sus opciones a la hora de sentarse a la mesa.
No se trata, sin embargo, de un capricho médico o una recomendación que deba caer en saco roto: en concreto, la ingesta de alimentos con acrilamida, recientemente relacionada con el peso y el tamaño de la cabeza del recién nacido. Así lo revela un estudio sobre la dieta de las mujeres embarazadas llevado a cabo entre Dinamarca, Inglaterra, Grecia, Noruega y España, y cuyos resultados demuestran que los bebés expuestos a altos niveles de esta sustancia presentan hasta 132 gramos menos de peso al nacer, y menos centímetros en el tamaño de su cabecita.
La acrilamida es la sustancia química que se forma al freír, asar, tostar u hornear alimentos ricos en carbohidratos y almidón, como las patatas fritas, la bollería o los cereales del desayuno. De hecho, y según el estudio, el efecto de la acrilamida sobre el peso del bebé sería comparable al que tiene el tabaco en las mamás que fuman durante el embarazo, ya que atraviesa la placenta, existiendo un particular riesgo para la salud del feto.
El peso de los recién nacidos está relacionado con el desarrollo de una estatura reducida, el aumento de enfermedades cardiovasculares, la diabetes o la osteoporosis. Además, la circunferencia de la cabeza es un indicador importante del crecimiento del cerebro, así como del desarrollo neurológico del niño.
Fuente hola.com
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