Consejos para evitar las malas notas de los niños
Es frecuente escuchar a los niños decir: ¡Yo es que no valgo para estudiar! ¡No me da tiempo! ¡A mí nunca me han gustado las matemáticas! Pero ellos se dan cuenta, al hacerles reflexionar, que hay cosas que no van bien. Hay niños que se ponen, con toda su voluntad, a las seis de la tarde a estudiar y cuando se dan cuenta son las nueve de la noche, sólo han hecho una cosa y su madre les llama para cenar. Se han pasado toda la tarde sin enterarse y aún están todos los deberes por hacer.
Otras frases comunes son también: ¡Me he quedado en blanco en el examen! Llevo dos días intensivos de estudio y ahora no me acuerdo de nada. O bien, ¡es que a mi hijo no le gusta estudiar, no es capaz ni de sentarse a trabajar. Se pasa la tarde frente al televisor o en el ordenador. ¡No sé qué hacer con él!
Todos conocemos o, al menos nos suena, la teoría de las técnicas de estudio: cómo nos debemos sentar ante una mesa para estudiar (rectos, cómodos), rodeados del ambiente adecuado (luz, temperatura y silencio), el control del tiempo, cómo hacer resúmenes, esquemas, etc.
Aprender a estudiar en casa, los deberes de los niños
Desde muy pequeños, debemos educar a los niños en esta disciplina y en el estudio. En Primaria, los alumnos pueden ir más o menos bien, pero luego en Secundaria, pinchan la mayoría. Y no me refiero a que suspendan, sino que empiezan a sufrir y a luchar por intentar sacar los estudios de cualquier forma, cuando esto se debe aprender y educar desde el principio y, además, desde casa. Y digo desde casa, porque ésta no es responsabilidad del colegio. El profesorado ya sabe de memoria cómo hay que estudiar y lo explican en las clases todos los años, pero luego hay que ponerlo en práctica con el apoyo y la guía de la familia.
Regularidad y disciplina en el estudio de los niños
Cuando se llega a casa por las tardes, hay tiempo para merendar, para hablar de cómo ha ido el colegio, con los amigos, con los profesores, para comentar las anécdotas nuevas… y a las seis de la tarde nos ponemos a trabajar. Para esto no hay discusión. Todos tenemos responsabilidades y debemos cumplir con ellas. Si al principio cuesta, se puede poner un sistema de premios por acuerdos conseguidos. Se debe empezar con los niños pequeños dedicando una hora todos los días para leer un cuento, hacer un dibujo, aprender a hacer puzzles, a recortar o a hacer los nudos de los zapatos.
Al principio, significará tener que ponernos todos los días con ellos sin excepción. Con el tiempo, veremos cómo podemos ir dejándolos a ellos solos porque habrán adoptado esa costumbre de ponerse todos los días a trabajar. Si nos ha sobrado tiempo, podremos jugar, ver un poco de televisión o jugar con el ordenador (siempre controlando el tiempo) y en este orden: primero trabajo y luego distracción. Hay padres que se quejan porque para merendar se ponen la televisión y luego no hay forma de que la apaguen y se pongan a estudiar. En este entrenamiento, para conseguir el hábito de estudio, hay que ponerse serios desde el principio y hacerlo bien (para comer no necesitamos la televisión).
¿Cuánto tiempo deben dedicar los niños al estudio?
Cuando los niños tienen entre 7 y 8 años, podemos introducirles en el concepto del tiempo de estudio. Para evitar el ejemplo anterior, el niño que se pasa la tarde delante de los libros y no ha terminado los deberes, hay que practicar con el reloj y los horarios. Una idea es empezar a hacer un crucigrama al día. El primer día controlamos lo que tarda (pongamos diez minutos) y, a partir de ese día, le proponemos intentar ganarse a sí mismo y superar su propio record (9-8-7 minutos).
El objetivo de este sistema no es agobiarles con el tiempo, sino comprender que cuando nos ponemos un tiempo, las cosas cunden de una manera más eficiente. Así, cuanto antes terminen, más tiempo tendrán para jugar después. Esto les sirve de calentamiento para luego pasar a otra actividad. Leer todos los días, al menos quince minutos, y también con buen ritmo es otro buen ejercicio. Cuando ya van siendo mayores, el crucigrama se puede sustituir por algún ejercicio sencillo o alguna asignatura fácil y breve, para luego pasar a la asignatura que más les cueste o que tenga más trabajo para el día siguiente. No podemos dejarlo para el final, ya que siempre habrá alguna excusa para no hacerlo (ya estoy cansado, no me apetece, mejor que me lo expliques mañana….).
Primero, se estudia y luego, se hacen los ejercicios
Los niños se acostumbren a hacer los deberes (solo los ejercicios que les ponen en clase) todos los días y creen que con eso ya han cumplido. Esto no vale. Primero, se debe estudiar la pregunta y, luego, se hacen los ejercicios. Si un niño está atento en clase a la explicación (1º), lo estudia en casa (2º), lo aprende (3º), hace ejercicios (4º), los corrige en clase (5º), hace resumen o esquema (6º) y repasa las preguntas cada cierto tiempo (7º) hasta el día del control. ¿Cómo no se va a saber la lección para el día del examen después de, al menos, repasar 7 veces la misma pregunta? Claro que si no está atento en clase, no hace los deberes ni estudia el día antes del examen, ya sabemos lo que saldrá.
Todo se consigue con esfuerzo
Cuando empezamos a educar a los hijos, debemos tener claro que buscamos lo mejor para ellos y, en esta vida, las cosas se consiguen con esfuerzo. Esta es la disciplina que queremos enseñarles y tenemos que razonar con ellos: todos estamos cansados, pero ellos tienen su trabajo por la tarde, igual que nosotros con cenas, plancha, ayudar con sus deberes… y lo hacemos con gusto. Al final del día, una vez hemos realizado nuestras tareas, podremos descansar. Así, nos acostaremos con la satisfacción del deber cumplido.
Fuentes: www.guiainfantil.com, María Concepción Luengo de Pino (psicopedagoga)
La terquedad infantil,consejos
“¿Por qué mi hijo es tan testarudo?” Esta es una de las preguntas que seguramente hemos oído, compartido o hecho alguna vez los padres sobre sus hijos. ¿Qué podemos hacer para controlar este comportamiento?, ¿se puede cambiar esta conducta? Si partimos de la premisa de que los niños no nacen tercos, sino que se hacen, no cabe duda de que son algunas circunstancias de la educación que reciben lo que les enseñan y les llevan a ser tercos.
El niño testarudo
niño obstinado, terco o caprichoso es el que no acepta órdenes, ni sugerencias, peticiones, ni consejos. Es un niño reacio a la obediencia y al cumplimiento de algunas reglas. A todo lo que les piden los padres, su respuesta es siempre negativa y su actitud rígida. De todo desacuerda, y lleva la contraria. Es un niño impulsivo, que intenta conquistar espacio para su propia voluntad. La terquedad es la negativa a todo contacto humano mediante un retraimiento hacia sí mismo. Son, por ejemplo, los niños que se ponen “de morros” en un rincón porque no quiere recoger los juguetes, o por qué no quiere comer lo que le ponen a la mesa, o por qué no quiere jugar lo que le proponen. El paso siguiente es la resistencia, es decir, las famosas rabietas.
Educar en la obediencia
La obediencia, como cualquier otro valor, también se aprende en la educación. Si el niño no aprende a tener límites, desde la más temprana edad, cuando despierte su conciencia, no aceptará ningún tipo de límite y se convertirá en terco y obstinado. Un ejemplo de ello es la actitud positiva que demuestran algunos padres cuando sus hijos, aún muy pequeños, pegan y golpean a otro. A esta actitud, los padres dicen frases como “este va a saber defenderse solo”.
Cuando el niño crece y sigue haciendo lo mismo, lo que antes “divertía” a los padres, ahora les preocupa. Entonces el niño se preguntará: “¿por qué esto mismo antes les hacía gracia y ahora me castigan por ello?”. Cuando querrán ponerle límites, el niño sentirá que están siendo injustos con él. ¿En qué nos hemos equivocado en la educación para que nuestro hijo se haya convertido en un niño terco? Es absolutamente normal que en unos periodos determinados, entre los 3 y 4 años de edad, el niño se muestre terco. A esta edad, el niño descubre su “yo” y con él su propia voluntad. El problema es cuando la terquedad persiste e invade otras etapas del niño.
Sugerencias para controlar y cambiar la conducta terca:
- Los límites son una llamada “al orden” de este impulso. Unos límites claros, aplicados con comprensión y paciencia, son necesarios para encontrar el equilibrio entre padres e hijos.
- No permitas ni aceptes la terquedad del niño. Si lo permitimos, ella se instalará para siempre en su vida.
- Diferencia la terquedad del enfado. Un niño, como cualquier otra persona, tiene el derecho a enfadarse, a no estar “de acuerdo”, pero hay que evitar a que eso se transforme en una actitud tozuda y obstinada.
- Si el niño es terco, que los padres no actúen de la misma forma con él o entre ellos mismos.
- No uses la fuerza o el castigo físico para combatir la terquedad de los niños.
- Brinda al niño con una educación basada en valores como el respeto, la paciencia, la bondad, la tolerancia, etc. De nada sirve que los padres utilicen la discusión, la autoridad desenfrenada, la humillación y el enfado para educar a sus hijos y luego exigirles lo contrario. Se debe educar con el ejemplo. Los niños necesitan de “espejos positivos” en los que mirarse.
- Que los padres tengan el mismo grado de exigencia en cuanto a sus hijos. La terquedad y la resistencia, bien encauzadas, tienen unos grandes valores. De todo niño sano debe esperarse resistencia cuando él cree que se merman sus derechos naturales. No pongamos límites a todo, pues cortaremos las alas a la imaginación y a la creatividad. La vida pide personas que reclamen y defiendan sus derechos.
Fuente: www.guiainfantil.com
El caótico primer día de jardín
Llegó marzo y con esto llega la entrada al jardín de nuestros pequeñitos un proceso triste por ellos que ya dejan de depender solo de nosotras las mamas y comienzan a sociabilizar con niños de su misma edad, pero esto a la vez nos preocupa mucho cuando es nuestro primer hijo si es el momento adecuado para desligar los lazos de madre e hijo, si tienes la edad suficiente , Es muy importante el tema de los valores y principalmente del respeto que se tenga por ellos y de los cuidados que se les brinda nos hacemos miles de preguntas como cuales si es el jardín indicado si cuenta con la seguridad necesaria y la alimentación es la apropiada y segura, también si la formación y la profesión de las parvularios es la adecuada como para dejar en sus manos a nuestro regalones .
Separarse de él, dejarlo en un lugar extraño, con personas desconocidas y durante tantas horas produce temor y ansiedad. Para el niño también significa un momento de tensión y pena. Llora, grita, se trata de afirmar a su mamá o papá para no quedarse en ese lugar.
Aquí te damos algunos consejos de los cuales serán muy útiles al momento dejar a nuestros pequeños :
-Durante los primeros días acompáñalo un tiempo en su sala, juega con él e involucra a otros compañeros, eso le dará confianza.
- Anda poco a poco aumentando el tiempo de permanencia. Por ejemplo, el primer día déjalo por dos horas, el segundo por unas horas más y continúa con los siguientes de la misma forma. Si no puedes ir a retirarlo, consigue la ayuda de algún familiar o persona de confianza.
- Cumple siempre tus promesas. Si le dices que lo retirarás después de almuerzo, hazlo. Esto permitirá que tu hijo confíe en otras promesas. Lo mismo debes ser muy riguroso con las horas, no olvides que tu hijo te estará esperando con mucha ansiedad.
- Déjelo llevar algo significativo para él. Puede ser su juguete favorito, su chupete, su pañal para dormir u otro.
- Conversa en familia de lo entretenido que es, de los juegos que puedes realizar con otros niños y de lo importante que es el jardín infantil y la educación.
- Cuéntale a la educadora con precisión las cosas que a tu hijo le gustan y las que no. Por ejemplo, que le agrada pintar con témpera, dormir con su pañal en la mano, que le acaricien su cabeza. La sala cuna o jardín infantil debe continuar estos gustos, al menos durante el primer tiempo para que la adaptación tu niño/a sea más fácil.
- Conversa con la educadora diariamente de cómo se ha ido adaptando. Cuéntale a la educadora lo que tu hijo hizo en la casa después de llegar al jardín infantil, al levantarse, etc.
Y también, pídale a la educadora que te cuente lo que hizo en el establecimiento educativo. Así tú podrás continuar en la casa lo que su hijo hizo en el jardín infantil, y la educadora puede continuar en el establecimiento lo que hizo en la casa.
Recuerda que en este periodo de adaptación es importante que toda la familia y las personas que trabajan en el jardín infantil se apoyen mutuamente y generen las mejores condiciones para que tu niño aprenda.
Fuente: Pediatra al día
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