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domingo, 20 de mayo de 2012

Niños deportistas

La práctica habitual de algún deporte no solo mejora la salud de los niños, como también previene ante una serie de dolencias, como son la obesidad, las molestias en la espalda, enfermedades cardíacas. Aparte de todo eso, el deporte también mejora el rendimiento escolar de los niños. Esa es la conclusión a que ha llegado un nuevo estudio que analiza el impacto del deporte y la educación en valores sobre el rendimiento escolar de los niños.
El deporte educa y mejora el desempeño de los niños
El estudio, llevado a cabo por el Observatorio de Estudios de Comportamiento de ESADE, revela que el 37 por ciento de los niños que practican deporte sacan mejores notas, cumplen con sus deberes escolares, ven menos la televisión y mejoran su comportamiento en casa. La investigación analizó la conducta de más de 5 mil escolares de entre 6 y 12 años de edad, que acababan de empezar la práctica de un deporte. La conclusión apunta que los niños que afirman mejorar sus resultados académicos pasan del casi 18 por ciento a poco más de 37 por ciento.
Los niños (un 16 por ciento) a los que no les gustaba hacer los deberes en el primer trimestre del curso escolar, tras empezar la actividad deportiva, la cifra aumentó para un casi 30 por ciento.  En cuanto a la conducta de los niños en casa y en el colegio, el porcentaje de los niños que se portan bien también se incrementó de casi 20 por ciento al 40 por ciento.
El estudio también apunta el fútbol como la actividad deportiva más atractiva para los niños. Su práctica ayuda a paliar el absentismo escolar, motivan a los niños a ir al colegio, refuerzan lazos de amistad, e influye positivamente en la actitud de los niños en casa y entre sus compañeros del colegio.
Considerando que el fracaso escolar y las tasas de abandono escolar temprano crece cada día, así como el resultado de este estudio, creo que el deporte puede ser el remedio o la fórmula que muchos padres buscan para que sus hijos se mantengan alejados de la pereza, del aburrimiento, de la ‘adicción’ a la televisión y a los video-juegos, y sobretodo del sedentarismo. El deporte no solo evita la obesidad como también el sobrepeso y la carga que sienten los niños, de un modo general.

Fuente: www.guiainfantil.com

Los niños y las malas costumbres 

Muchos padres no saben qué hacer para que sus hijos abandonen alguna mala costumbre como morderse las uñas, chuparse los dedos, enrollarse los pelos en el dedo, hurgarse la nariz, decir palabrotas, comerse las uñas, etc. Y muchos de ellos tienen razón en preocuparse ya que algunas costumbres que se inician en la infancia, pueden conservarse hasta la edad adulta. Además, por detrás de cada mala costumbre existe algo que pueda justificarla. Es decir que el mal hábito puede ser apenas una forma que el niño tenga de expresar algo que le esté molestando.
Es necesario estar atento y, siempre que sea posible, se debe cortar lo malo por la raíz. Pero sin agobios ni ansiedades, porque en este caso los resultados pueden no ser nada buenos. Con paciencia, determinación y mucho cariño, todo se soluciona para el bien de los niños. Según el Dr. Pedro Barreda, de padiatraldia, no todas las manías o actos repetitivos son motivo de preocupación. Dependen de la edad del niño, de las circunstancias y de la frecuencia con que aparezca el habito. A veces sencillamente se tratan de gestos que pertenecen a su lenguaje corporal.
¿Cómo un niño adquiere un mal hábito?
Existen algunos motivos por los que un niño empieza a repetir una mala acción. Una de las vías para adquirir un mal hábito es la imitación. Los niños, principalmente los más pequeños, aprenden imitando. En casa, los niños imitan a sus padres y/o hermanos. En la escuela, a sus compañeros. Si el niño, no todos, convive con alguien que guiña los ojos a cada tres por cuatro, es probable que con el tiempo llegue a imitarlo e inconscientemente se inicia un hábito. Lo mismo ocurre si los padres de este niño están diciendo palabrotas todo el día. ¿Cómo querrán ellos que su hijo no aprendan lo mismo? Hay que introducir buenos hábitos en la vida de los niños, y todo empieza en la familia, en la casa.
Otra vía de adquisición de un mal hábito puede tratarse de señales que el niño emite cuando no encuentra ni tiene palabras para expresar lo que siente o lo que le preocupa. Acaban comunicándose a través de alguna mala costumbre. En niños mayores, lo mismo puede pasar si ellos no encuentran diálogo en la familia, o no son entendidos por sus padres. Acaban adquiriendo un mal hábito para llamarles la atención. Es probable que, en estos casos, el niño se desahogue en una mala acción que se convertirá, en muchos casos y con el tiempo, en un mal hábito.


Problemas de alimentación infantil 

 Los bebés comen en relación a su tamaño, mucho más que los adultos. Por este motivo, en el proceso de hacerse adultos, tarde o temprano, empiezan a comer menos. El motivo de este cambio alrededor del primer año de vida es la disminución de la velocidad de crecimiento. Algunos niños dejan de comer a los nueve meses y otros esperan hasta el año y medio o los dos años. Durante el primer año, los bebés engordan y crecen más rápidamente que en ninguna otra época de su vida extrauterina.
Durante el segundo año, en cambio, el crecimiento es mucho más lento: unos 9 cm de alto y un par de kilos. Según los cálculos de los expertos, los niños de año y medio comen un poquito más que los de nueve meses y los padres, que no están informados de este hecho, piensan que si con un año su bebé come tanto, con dos comerá el doble. El resultado es un conflicto es inevitable y violento entre los padres y el niño.
¿Hasta cuándo siguen los niños sin comer?
Muchos niños empiezan a comer más hacia los cinco o siete años, cuando aumenta su tamaño corporal. Sin embargo, la cantidad de alimento que cada persona necesita es muy variable, y algunos niños comen mucho más o mucho menos que sus compañeros de la misma edad y tamaño. Por otra parte, las expectativas de los padres pueden ser también muy distintas y mientras algunas madres se conformarían con que su hijo se acabase el plato de espaguetis, otras esperan que después de los espaguetis se coma también un filete con patatas, una manzana y un yogur. Por este motivo, es importante respetar la sabiduría natural de los niños frente a sus necesidades fisiológicas.
Se come por necesidad, no por obligación
El hambre, que es la normal demanda del alimento, es diferente al apetito que es el normal deseo de satisfacer el gusto. La conducta alimenticia de los niños necesita una guía desde que son pequeños y nadie mejor que la madre o el padre para valorar este hecho de gran importancia en el crecimiento físico y emocional de su hijo.
La conducta alimenticia de los niños
Los padres pueden hacer mucho por educar correctamente a sus hijos en sus hábitos alimenticios, en su forma de comer, en su manera de demandar el alimento y en la percepción que tienen de la comida.
1. Crea un ambiente agradable. La hora de la comida debe ser agradable y necesaria para el niño. Evita que la comida esté condicionada al castigo, si no concluye el plato.
2. Cambia su percepción de la cantidad de comida. Sirve a tu hijo la cantidad de comida que necesita en función de su edad en el plato más grande. De este modo, percibirá que hay poca cantidad de comida dentro de su plato.
3. Fomenta su autonomía. Puede motivarle poner la mesa, dejar que él mismo se sirva y que decida y tenga autonomía sobre sus gustos alimenticios.
4. Enséñale a comer en familia. Siempre que puedas permítele que coma en familia para que se apropie de los hábitos alimenticios de los adultos, asimilando la conducta y los modelos de la familia.
5. Fomenta la alimentación equilibrada. Permitirle escoger su menú puede influir en el éxito o en el fracaso de su alimentación. El éxito significa que el niño debe probar una variada cantidad de alimentos saludables para ir acostumbrando su paladar a distintos sabores.
6. Evita complacencias y exquisiteces. La hora de la comida tiene un lugar, un tiempo y un fin claro y necesario.
7. Ofrécele sólo lo que necesita. No pretendas que el niño coma la misma cantidad de alimento que nosotros. Deje que él decida y coma la cantidad de comida que necesita para satisfacer su hambre y desarrollar de forma sana sus gustos.

Fuente: www.guiainfantil.com

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