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sábado, 5 de mayo de 2012

Como arreglar la habitación del niño

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En la habitación de los niños se deben solucionar problemas de diversa naturaleza: funcionales, psicológicos, de comunicación y de expresión, que conciernen a la personalidad del niño.

Los elementos de integración

En este caso son múltiples las posibilidades de obtener los resultados más variados eligiendo elementos particulares y caracterizados de por sí, o bien combinándolos de forma original, o arrimándolos a los elementos fijos siguiendo unas combinaciones particulares.  Cuando se compren, se deberán estudiar bien sus características, para elegirlos de modo que se tenga la certeza de que se puedan coordinar coherentemente, para que la heterogeneidad o la redundancia de su presencia no tenga una influencia negativa sobre el conjunto.

Un ambiente claro y tranquilo

Debemos organizar el ambiente del pequeño en tonos claros y luminosos, pudiendo constar de colores diversos, pero sin ser agresivos, ni contrastantes, ni exgeradamente fuertes, para que no reciba estímulos demasiado violentos. Cuidaremos de que esas superficies de colores sean nítidas, definidas, precisas, sin efectos complicados o ambiguos para el uso práctico y mental que el niño hará de ellas.

Su lógica de relación se fundamenta en esquemas simplificados, por lo que se apoyará en los planos horizontales y en los verticales, en las superficies en las que pueda colgar o colocar objetos, jugar, dibujar, a fin de que esas superficies y referencias que le rodean le parezcan, de forma inequívoca, sencillas y perceptibles.

Iluminación en la habitación infantil

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La calificación del espacio destinado al niño depende esencialmente de los recorridos que se establecen entre los diversos centros de atención y de interés, a los que el niño se refiere cuanto utiliza su espacio. Por consiguiente, serán continuos, lineales, lógicos, porque puede complicarlos espontáneamente con una serie de movimientos imprevistos, repetidos, cruzados.

Responde igualmente a este criterio la elección de la situación y de la calidad de la iluminación artificial. Es mejor suprimir las lámparas de luz concentrada, que deslumhra, así como las fluorescentes, que no están adaptadas a la sensibilidad del niño.

Es preferible optar por un tipo de iluminación suave y difusa, que se extienda por todo el ambiente, de la forma más parecida posible a la luz natural, que acentúe la sensación de continuidad física del ambiente.

Se evitarán los contrastes excesivos entre la superficie iluminada y la penumbra circundante, que se dan con las fuentes luminosas focales.

La iluminación integradora estará relacionada con el recorrido o con la iluminación directa diurna, de la cual conviene que el niño no se aparte mucho, para que no sufra una alteración imprevista de las condiciones ambientales a medida que pasan las horas.

La sensibilidad de los niños a las luces es tan grande que no sólo da sentido y significado a los colores y a las superficies, sino que también define las relaciones de profundidad, distancia e, incluso, de medida de los objetos. Son, pues, estas luces un vehículo de experiencias sensoriales e intelectuales, que contribuyen favorablemente a la formación de la personalidad.

Nunca se debe infravalorar la función de la iluminación; no hay que recurrir, exclusivamente, a las soluciones simplificadas que se basan en los esquemas funcionales derivados de una lógica indiferente de la disposición del alojamiento, como colocar el punto de luz central en el techo de la habitación. Tampoco conviene dejarse fascinar por la publicidad de lámparas bien diseñadas pero que no suelen estar adaptadas a los cuartos de niños.

Las fuentes de luz de la habitación del niño se deberán situar en función de una razón precisa. Junto al punto de luz general que difunde una luz armoniosa en toda la estancia, colocaremos luces integradoras que deberán coincidir con los puntos de mayor interés de la habitación, donde se necesita una iluminación más intensa, como el plano de trabajo, de juego, o el de las actividades en las que se use más la vista.

Los materiales y los colores en la habitación del niño

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Para escoger unos materiales bien adaptados a la habitación del pequeño se preferirá, en general, aquellos que cumplen con las necesarias condiciones de resistencia y seguridad. Se evitarán especialmente las superficies frías (piedra natural, mármol, cerámica, paneles metálicos, etc.) o peligrosas en sí o al paso del tiempo (las que se astillan, en las que se acumula el polvo, las que son químicamente nocivas, etc.).

Seleccionaremos, pues, materiales cálidos y agradables, ya que el niño tendrá tendencia a utilizar indiferentemente todas las superficies disponibles, y se pondrá a menudo a escribir y a dibujar en el suelo… después de haber amontonado los juguetes en la mesa. El disponer realmente de todas las superficies de la habitación es también indispensable para garantizar al niño el contacto con el “terreno”. Ese indefectible instinto “animar’ de aprendizaje hace que el pequeño sienta como “suyo” el suelo y las paredes de cualquier ambiente y más aún los de su propia habitación.

En cuanto a los accesorios, es casi infinita la gama de materiales y colores con que se presentan.  No obstante, será muy importante coordinar en cada caso, por ejemplo, las características de las cortinas con las del cubrecama, las de las alfombras con las de las esteras, en función también del resto de los elementos del mobiliario, armonizando e integrando los diversos caracteres de los accesorios respecto a las propiedades del conjunto de la habitación, ya sea teniendo en cuenta su luminosidad o sus dimensiones. Incluso las lámparas y los cestos y cajones varios deberán escogerse de tal forma que, a la vez que respondan funcionalmente a las necesidades, permitan caracterizar las diferentes zonas de la habitación.

 

Habitaciones del niño difíciles de ambientar

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Además de los criterios que hemos mencionado en anteriores post de una forma generalizada, hay otros que son útiles porque conciernen a aspectos mucho más concretos y objetivos, si bien aparentemente son banales. No se puede uno imaginar que cualquier criterio sea aplicable, sin más, a habitaciones que reúnen condiciones frecuentemente diferentes y que presentan unas situaciones determinadas.
Cuando la estancia es irregular.

En el caso de un recinto muy irregular, se deberá atenuar la discontinuidad del mismo (por ejemplo, columnas en medio de las paredes, tabiques de separación interna, o cualquier otro tipo de irregularidad que se debe a la construcción).Se intentará conseguir una superficie uniforme.

Cuando tiene poca luz. Si la habitación tiene poca luz, se deberán cubrir las superficies con materiales de colores que absorban menos la luz, y que, por el contrario, la reflejen; que sean claros, luminosos, de alto rendimiento lumínico incluso en presencia de poca luz.

Fuente crecebebe.com

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