A muchos padres les da pánico cortarles las uñas a un bebé tan chiquito, por miedo a hacerle daño, lo que es comprensible, pues son la imagen de la fragilidad. Y cuando crecen la cuestión se complica más, porque esa “operación” es algo que a los niños nos les gusta y normalmente no se quedan quietos, aumentando la posibilidad de generar accidentes. Sin embargo, no hay motivo para asustarse, puesto que si se los sujeta bien, no existe ningún riesgo, eso sí, hay que ser firmes y no dudar.
Algunos padres esperan que el niño esté dormido, para cortárselas, pero en realidad no hace falta. Lo importante es utilizar siempre unas tijeras sin punta. Las de los pies se cortan rectas para que no se encarnen. A las de las manos se les puede dar una forma redondeada y rematarlas con la lima para que no queden puntas peligrosas.
Después del baño resulta más sencillo hacerles la manicura, porque los bebés están más calmados y sus uñitas más blanditas. Si bien depende de cada niño, lo ideal es repetir esta tarea cada 10 ó 15 días.
Ejercidos para corregir la rotación del pie del bebé
Cuando los bebés nacen con el pie torcido, las madres pueden ayudar a enderezarlos. Para eso, basta con hacer algunos ejercicios para que el pie se mantenga flexible y con tendencia a corregirse.
Después del baño o en el momento en que haya que cambiarle los pañales (no todas las veces, basta con dos o tres al día), se pueden hace masajes en los pies y en los tobillos llevando suavemente el pie hacia la línea media. También se los puede estimular pasándoles un cepillo de dientes por la parte externa del pie hacia el tobillo; el pie responde a la cosquilla con un reflejo que lo lleva hacia afuera.
De todos modos, cuando el pediatra lo crea necesario, consultará con el traumatólogo, el que, según nos cuentas en tu carta, si no encuentra nada raro propondrá esperar hasta después de un año desde que se inicia la marcha sin sostén, para valorar si hay o no algún vicio de posición que deba corregirse.
Rotación de un pie del bebé
Es frecuente que los niños presenten desde el nacimiento rotación de uno o de ambos pies hacia adentro o hacia afuera. Esto se debe a que, mientras el bebé crece dentro del útero materno, tiene sus piernas flexionadas y, a consecuencia de esto, uno o ambos pies pueden adoptar posiciones viciosas.
Para verificarlo, en los primeros meses de vida se puede reproducir la forma en la que el bebé descansaba en el vientre materno. Para esto, sólo hace falta flexionar suavemente sus piernas sobre el abdomen y se observará cómo los pies encuentran rápidamente su lugar gracias a la rotación que siguen. Los bebés que crecen mucho en el vientre materno son, por lo general, más propensos a esto, ya que mantienen durante más tiempo esa posición, sobre todo porque no tienen mucho espacio para cambiarla.
Cuando esta es la causa, la rotación se hace más llamativa y tarda más en corregirse. El cuadro es más complejo cuando la porción que está rotada hacia adentro es el metatarso (la mitad del pie hacia los dedos); en este caso, se trata de un “metatarso aducto” y requiere una rápida consulta con el pediatra y, por supuesto, con el traumatólogo.
Vómitos del lactante
Cuando un niño vomita a menudo, hay que descubrir cuál es la causa. Puede tratarse, por ejemplo, de una intolerancia a algún alimento, de reflujo gastroesofágico o de una infección de garganta, oídos u orina.
Si un niño devuelve los alimentos, significa que hace mal las digestiones y que la comida lleva muchas horas en su estómago. Podríamos pensar que el niño tiene intolerancia a algún alimento, que padece reflujo gastroesofágico o una infección en la garganta, oído u orina, entre las posibilidades más frecuentes. Para descartar cualquiera de estos trastornos, hay que hacer análisis de sangre, orina y radiografías. Así se sabrá si los vómitos le están produciendo anemia.
El reflujo gastroesofágico es muy frecuente en los lactantes y se produce porque la comida que se encuentra en el estómago regresa al esófago por falta de continencia del esfínter esófagogástrico. Para saber si éste es el problema, hay que hacer unas radiografías de esófago y estómago. En estos casos de reflujo, los niños mejoran mucho acostándolos con el tronco ligeramente elevado, no moviéndolos y espesándoles la comida.
Se recomienda consultar al pediatra para que haga el diagnóstico preciso, no darle al pequeño alimentos ácidos (en especial, jugo de naranja) ni forzarlo a comer.
Pasos decisivos del bebé
A los siete u ocho meses, es frecuente ver a los bebés girar sobre su propio eje hacia un lado o hacia otro. Es un ejercicio que les enseña a desplazar su peso hacia los costados. Una vez que saben hacerlo, intentan moverse hacia adelante utilizando las cuatro extremidades.
Finalmente, estando acostados de lado, los bebés aprenden a cargar el peso del cuerpo alternativamente sobre un costado o sobre el otro y a mantener el equilibrio. Cuando se dan vuelta, entrenan también los pies y las piernas, y parece que hacen ademán de dar verdaderos pasos en el aire.
Los padres, ansiosos ya por verlos dar los primeros pasos, no deben olvidar que, hasta que los pequeños no se sientan lo suficientemente preparados para hacerlo, no los darán. Deberá transcurrir el tiempo que ellos estimen oportuno. A los nueve meses, mas o menos, la musculatura suele estar a punto para empezar con los primeros intentos serios de incorporarse y de mantenerse en pie.
El tacto del recién nacido
Al igual que el olfato y el gusto, también existe el tacto, seguramente, ya en el momento de nacer. Pero tampoco sobre este sentido podemos aventurarnos a afirmar nada con toda seguridad. Por ejemplo: ¿siente dolor el recién nacido? Sí, lo siente, pero no podemos valorar su nivel de sensibilidad ante estímulos que para nosotros son muy dolorosos. Veamos el caso de una inyección intramuscular: normalmente, y si la pone una persona experta, el niño ni siquiera se dará cuenta del momento en que penetra la aguja, mientras que será muy difícil que un adulto no advierta este pequeño traumatismo.
Pero es necesario tener presente que el adulto, o incluso el niño algo mayor, sabe por experiencia que en aquel momento un instrumento metálico, aunque sea muy delgado, se le va a “clavar” en la nalga; y, en cambio, el recién nacido no lo sabe.
Surge entonces la pregunta: ¿si alguien nos pusiese una inyección sin que supiésemos lo que ello significa, sentiríamos el mismo dolor? ¿O bien acaso una parte de nuestra sensibilidad proviene de la conciencia de lo que nos está sucediendo? Eso querría decir que, si ignorásemos lo que es una inyección, quizá seríamos menos sensibles a ella… como parece ocurrir en el recién nacido.
En otras palabras, puede suceder que el recién nacido tenga una sensibilidad similar a la nuestra, pero que la falta de experiencia le hace más indiferente, menos tenso y temeroso. Es probable, de todos modos, que el recién nacido tenga un sentido del tacto menos sutil y refinado que el del niño mayorcito y el del adulto. Pero no sabemos en qué grado.
Durante el primer año de vida, parece cierto que el sentido del tacto va especializándose a medida que el niño puede tocar y manipular diversos objetos con características diferentes. Pero, una vez más. es muy difícil valorar con precisión los progresos que en este campo se realizan.
El gusto en el recién nacido
En lo referente a la sensibilidad del recién nacido a los diversos sabores sabemos mucho más que en cuanto a su sensibilidad a los olores, aislados del gusto. Basta con observar las reacciones de un niño de pocos días o de pocas semanas al mostrarle los primeros alimentos diferentes de la leche: supongamos, por ejemplo, que se le dan algunas gotas de limón a un lactante que hasta entonces haya tomado única y exclusivamente leche materna.
La mayoría de las veces, el niño hará muchas muecas y escupirá con enfado y disgusto aquella cosa acida, tan distinta de la otra (dulce y suave) a la que está habituado. Pero eso no ha de suceder siempre así: a algunos niños les agrada desde el principio el nuevo sabor, y otros lo aceptan con resignación, aunque no con demasiado entusiasmo.
Lo mismo puede ocurrir con las primeras papillas que tengan algo de sal, con el caldo de verduras, con la carne, el queso, los huevos, la fruta, etc. A ciertos niños parecen gustarles todas las comidas, casi sin distinción, mientras que otros son más selectivos; otros exigen exclusivamente un determinado tipo de alimento, en general la leche, y, en caso de no satisfacerles los otros, los vomitan. Pero las posibilidades son casi infinitas: hay niños que prefieren el zumo de tomate al zumo de naranja, el pescado hervido en vez de la carne de ternera, las zanahorias a las patatas y a las espinacas, el hígado hervido a la pechuga de pollo a la plancha, etc.
A menudo sucede, incluso en niños muy pequeños, que las preferencias alimentarias cambian brusca e imprevistamente, a veces de un día para otro.
En resumen, en el niño existe el sentido del gusto desde el nacimiento; esto está demostrado. Lo que nos resulta más difícil saber es cómo se desarrolla, y además si verdaderamente existe una evolución “natural”, o si esta evolución se debe a las costumbres familiares o sociales. De todos modos, es muy importante tener en cuenta el hecho de que este sentido funciona ya, aunque no está completamente desarrollado, incluso en los niños muy pequeños.
El uso del chupete
¿Es recomendable el uso del chupete? Al analizar este tema seguramente encontraremos opiniones diversas sobre la conveniencia de su utilización, si es aconsejable, si no lo es, si trae alguna consecuencia para la salud del niño, sobre todo en relación a deformaciones a nivel bucal.
Ahora bien, cuando nos detenemos a observar a un bebé recién nacido, vemos que la mayoría del tiempo duerme y cuando se le presenta alguna necesidad se hace oír mediante su llanto.
Estas necesidades pueden ser estímulos tanto internos como externos que le generan una tensión que lo desborda, por lo que buscará librarse de ese sentimiento para lograr recuperar su bienestar.
La mamá, con su actitud protectora y sostenedora, será quien ayude al niño a tolerar estas tensiones en este proceso de maduración paulatina y gradual a nivel psico-físico y social. Será la encargada de proveerle el pecho en momentos de hambre, de cambiarlo, bañarlo, en fin, de ocuparse de él en forma integral.
A esta primera etapa del desarrollo psicosexual, por la cual transita el bebé desde que nace hasta aproximadamente los 18 meses de vida, la llamaremos, en alusión al psicoanálisis, “etapa oral”. En ella, el órgano privilegiado es la boca, y el placer es obtenido por el niño por ese medio. La succión le dará satisfacción, la practica para alimentarse pero también por el solo hecho del goce que le produce. Esto lo corroboramos cuando el bebé deja de mamar y continúa con el pezón de su mamá en la boca.
Fuente crecebebe.com




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