En realidad, todos los cambios que se producen después del parto ayudan a la madre. Pero el más ansiosamente esperado por ella suele ser el de recuperar su vientre plano. Basta ver el gesto que todas las recién estrenadas madres repiten una y otra vez en las primeras horas después del alumbramiento: con una mano acarician al bebé y con la otra recorren el abdomen en toda su extensión. La piel y el tejido conjuntivo tuvieron que ceder tanto durante el embarazo que tardan en volver a adaptarse a las nuevas circunstancias. Esto es lógico, pero cuesta acostumbrarse.
Actualmente, en las maternidades suelen permitir que las madres se levanten antes de dejar la sala de partos para ver su estado físico y también porque, al estar de pie, la herida producida en la pared de la matriz deja de sangrar antes. Este primer paseo queda grabado en sus memorias. Ya acabó todo. Mientras los padres, entusiasmados, no dejan de mirar al recién nacido, la mamá también es atentamente observada.
El personal que la ha ayudado en el parto vigila que su organismo funcione con total normalidad. Se trata de comprobar si sangra más de la cuenta, si la hemorragia disminuye con normalidad y si la placenta se ha desprendido limpiamente, sin dejar restos dentro del útero.
Hormonas para recuperarse después del parto
En torno al alumbramiento, palabra que se utiliza más como sinónimo de parto y que en realidad se refiere a la expulsión de la placenta, se producen otros dos asombrosos procesos. Uno. en relación con la comilón de la sangre. Durante el embarazo, el fluido sanguíneo se hace más acuoso para prevenir riesgos peligrosos como podría ser una trombosis. Pero a medida que se acoca la fecha del nacimiento, su capacidad de coagulación va mejorando. Es una sabia medida para evitar que el desprendimiento de la placenta (que deja una herida abierta en la pared del útero) produzca una hemorragia.
El otro fenómeno tiene que ver con el útero. Cuando el niño abandona la matriz, ésta, que tiene unos músculos tan flexibles como una espiral, se encoge automáticamente hasta tener un tamaño aproximado de un coco. Así, los tejidos heridos se cierran, dejan de sangrar y cicatrizan prácticamente solos.
Según los científicos, una vez que el pequeño ha salido del útero, las hormonas que el organismo había producido para ayudar al desarrollo del feto son una especie de inyección de energía para la madre. Y por muy abatida que se haya sentido en la sala de partos, está perfectamente preparada física y psíquicamente para atender al bebé como él necesita.
La varicela en el feto y el recién nacido
La varicela preocupa mucho a las embarazadas que no tuvieron la enfermedad siendo niñas. Las últimas investigaciones sobre varicela en mujeres embarazadas demuestran que las posibilidades de contagiar y lesionar con eso al bebé son mucho menores de lo que hasta ahora se creía. La varicela, en cualquier caso, afecta a un escaso número de mujeres en gestación: de cada 10.000 embarazos sólo entre una y siete se contagian. El riesgo de transmisión depende de la semana de
embarazo en que se encuentre la madre.
Las complicaciones. No debe cundir la alarma, porque no está demostrado que la varicela provoque en una mujer con un embarazo avanzado la anticipación del parto o la muerte fetal. Las complicaciones son más frecuentes si la infección se produce entre las semanas ocho y 20 de gestación, porque se han detectado un 5 por ciento de posibles lesiones cutáneas o musculo esqueléticas.
La temida varicela en el momento de dar a luz puede, también, ser controlada. Sin embargo, hay que tener en cuenta que si la mamá se contagia cinco días antes del parto o entre dos y cuatro después del nacimiento, el recién nacido sufrirá la erupción propia de la varicela con una semana de vida. En este caso (el primer síntoma es la fiebre), el tratamiento debe ser inmediato para evitar mayores consecuencias. En cambio, la virulencia es mucho menor si la mamá se ve afectada de varicela con más de cinco días antes del momento del parto. Siendo así, lo más probable es que el bebé no tenga ningún síntoma, ya que ha podido recibir los anticuerpos de la madre.
De todos modos, el pediatra, junto con el infectólogo, evaluarán la necesidad de indicar o no antivirales. Para evitar todas estas preocupaciones, hoy existe una vacuna, contra la varicela, que se puede aplicar desde el primer año de vida.
El peso después del parto
Inmediatamente después del alumbramiento, la madre pesa unos siete kilos menos que antes. Se ha desembarazado, nunca mejor dicho, de los aproximadmente tres kilos y medio que suele pesar el recién nacido, del kilo y medio de placenta y de los tres kilos del líquido amniótico. Y eso no sólo supone sentirse más ligera. También es un gran alivio para su metabolismo.
Por otro lado, durante el embarazo se había puesto en circulación un litro y medio de sangre más que antes. La madre tenía siete litros en vez de cinco y medio y cuando acaba la gestación, ese flujo excedente pasa a estar disponible para mejorar el riego de todo el cuerpo. Resulta expresado coloquialmente, un masaje muy estimulante y beneficioso para lo órganos internos en las horas siguiente al parto. Para ellos ha supuesto un gran esfuerzo.
El bebé también pone su grano de arena para ayudar físicamente a la mamá. En muchas clínicas las parteras lo animan a mamar a poco de nacer, con el fin de estimular la formación de la hormona oxitocina en el organismo materno. Esta hormona, que provoca contracciones en el útero, facilita el desprendimiento de la placenta. Un fenómeno que no siempre se produce en forma espontánea y que pone punto final al parto.
Colestasis gravídica
La colestasis gravídica es un fenómeno natural debido a la acción de las hormonas placentarias, la progesterona, en especial, sobre el funcionamiento del hígado y la vesícula biliar. En condiciones habituales, tan sólo acentúa la constipación propia del embarazo.
En casos severos produce los síntomas tales como picazón en todo el cuerpo, orina orina de color más oscuro de lo normal, y los consecuentes estados anímicos, desesperación, angustia, depresión. Hacia fines del embarazo, esta afección suele agravarse por las dificultades circulatorias que causa el volumen uterino dentro del abdomen.
Al tratamiento que debe indicar el médico hay que sumar una dieta en la que elimine grasas, fritos, alcohol. En general el obstetra sugiere provocar el parto cuando el bebé tenga 36 semanas.
En cuanto a la terminación prematura del embarazo, depende de la gravedad de cada caso en particular. En oportunidades, se ha tenido que recurrir a esa medida extrema aun antes de las 36 semanas. Sin embargo, muchas embarazadas, a pesar de las molestias, logran llegar hasta el término y dan a luz por parto vaginal. Es imposible saber a priori cuál será la evolución de tu embarazo. Esperemos que soportes la situación, que la ictericia no sea grave y que el bebé pueda permanecer dentro del útero el mayor tiempo posible.
El herpes vaginal y el bebé
El herpes genital es una infección producida por el virus HSVI o, en la mayoría de los casos, por el HSV II. Ambos agentes patógenos tienen la particularidad de que quedan latentes en el organismo y pueden causar recidivas en el futuro, ¿Qué sucede en el caso de que haya una infección durante el embarazo?
Antes del quinto mes. El virus no suele transmitirse al bebé a través de la sangre cuando no se trata de la primera infección. Ahora bien, cuando la mujer tiene la infección primaria durante la primera mitad del embarazo, el riesgo de aborto, según los distintos autores, llega hasta el 50 por ciento.
Cuando la infección se produce pasada la semana 26 de gestación, puede adelantarse el parto, Esto le sucede a un 10 por ciento de las futuras madres que tienen recidivas en este período del embarazo y a un 35 por ciento de las gestantes con una infección primaria.
En el parto. Si la mujer sufriera una infección aguda o la agudización de una crónica en el momento de dar a luz y se realizara una cesárea, el recién nacido podría contagiarse al entrar en contacto con las secreciones vaginales, Naturalmente, esto se trata de evitar practicando una cesárea antes de que hayan transcurrido cuatro horas desde que se rompió la bolsa amniótica o, preferiblemente antes de que se rompa la bolsa. Las consecuencias del contagio para el recién nacido pueden ser diversas, algunas graves.
Fuente crecebebe.com
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