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miércoles, 19 de octubre de 2011

TATUAJE casero, pasatiempo peligroso

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lgunos adolescentes se dedican a tatuarse con puntiagudas estilográficas o agujas. Trazan corazones u otros dibujitos a modo de pequeñas «obras de arte» sobre el dorso de sus manos. ¿Lo hacen como prueba de valentía, como símbolo de su hombría, como pasatiempo o como broma escolar sin importancia? Sea cual fuere la razón que les lleva a hacerlo, están poniendo su salud en peligro.
Al igual que los tatuajes profesionales, éstos son muy difíciles de eliminar. Pero estos dibujos hechos con tinta o tinta china son más arriesgados todavía y tienen que ser eliminados quirúrgicamente pues las punzadas de un profano introducen la tinta a diferentes profundidades de la piel.

 

Los ahorros de los adolescentes

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Los adolescentes que hemos entrevistado tienen gastos muy diversos. Algunos, además de percibir una mensualidad de sus padres, reciben "propinas" de los abuelos, tíos o tías. Como dice Elena, de 15 años: "Ellos son más mano suelta... como los veo poco..."
Entre sus preferencias de consumo hay por lo menos treinta objetos o actividades en las que coinciden: comprar ropa, regalos, posters, casetes, discos, revistas musicales, fotos de cantantes, golosinas, chucherías, libros de aventuras y bijouterie. Algunos gastan en tabaco.
"Es mi peor vicio", dice Andrés, de 16 años. Muchos prefieren ir al cine, teatro, a las discotecas, a jugar a máquinas electrónicas, o al billar, a  partidos de fútbol o de tenis. Algunos costean las clases de gimnasia o danza otros gastan el dinero en alquilar películas de video, y todos en salir con sus amigos. Algunos chicos fueron un poco ambiguos: "En algo que me guste", dice Laura; "en caprichos", dice Andrea, ambas de 15 años.
¿Y qué hay del ahorro? Ana, de 15 años, parece tenerlo muy claro: "Pienso que el dinero está para gastarlo y disfrutarlo. Me fastidia ahorrar por ahorrar'. Pablo, de 17 años, dice: "Mi deporte favorito es la patineta, pero es un deporte caro y me cuesta mucho ahorrar para comprarme un buen equipo. Si tuviese más dinero lo ahorraría para gastármelo en eso". Marina, de 15 años, es contundente: "No puedo ahorrar ni despilfarrar porque casi no dispongo de dinero". El consumismo de Jorge, de 15 años, va cambiando con las estaciones: "En verano despilfarro más que en invierno" Pero Iván y Alejo no tienen la menor duda: ellos ahorran. Sueñan con tener más y más. Carlos dice que si tuviese mucho dinero lo pondría a interés o compraría dólares, y así cuando fuese mayor, se compraría un departamento. Marina quisiera tener un máquina fotográfica y un teleobjetivo. Elena cambiaría los muebles de su habitación, viajaría y se compraría buenos equipos de deportes.
Ahorrar y aprender a administrar el dinero es algo que no se enseña con largos discursos sobre economía. Se aprende de la experiencia de todos los días y del sistema de valores y prácticas de cada familia.
No conviene ser demasiado rígidos en el tema del dinero ni "cerrar la canilla antes de tiempo". Poco a poco nuestros hijos se irán haciendo más independientes y basados en sus ensayos y sus errores manipularán el dinero de forma más racional y adulta.

¿En qué gasta la plata?

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Todos los humanos nacemos codiciosos. ¿Quién no ha visto a su hijo pequeño pelearse por un juguete, pedir más caramelos con la boca llena de ellos o protestar frente a un quiosco porque nos negamos a comprarle otro juguete más?
Ahora, sus exigencias son mayores. Quieren más cosas y más caras. Lo mejor, entonces, es bueno darles una asignación semanal o mensual para que satisfagan sus deseos, y al mismo tiempo aprendan a administrar su dinero. Sin embargo, cada familia funciona de distinta manera y a algunos padres les resultará más cómodo darles dinero sólo cuando lo necesiten o darles una asignación mínima para luego ir añadiendo algo más para gastos extras.
Las cosas por las que ellos se desviven a nosotros nos pueden parecer completamente superfluas e innecesarias. Pero si les damos su dinero tenemos que estar preparados para resistir los errores que los adolescentes cometan con él sin reprocharles nada. No es raro que una quinceañera decida comprarse un esmalte de uñas color negro, ni que un muchacho de dieciséis años se gaste la mensualidad entera en una entrada para un concierto de rock. No es conveniente interferir en sus adquisiciones. Si se equivocan, ellos deben hacerse responsables de sus decisiones y aprender de su experiencia.

Fuente los-hijos.blogspot.com

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