Los descubrimientos de los grandes pediatras cambiaron en forma radical el concepto que se tenía sobre los bebés. Hace años se los fajaba, en parte como una forma de inmovilizarlos, y además se los mantenía en la oscuridad y en silencio mientras descansaban, porque se creía que todo estímulo los alteraba. El descubrimiento de que los bebés se conectan con el medio ambiente en forma rápida ayudó a que se los incluyera mucho más en la vida diaria de las familias y se apreciaran sus habilidades y capacidades. Este cambio se acompañó con la incorporación del varón a la crianza de los chicos de un modo más activo y práctico.
Mientras que antes se le pedía que saliera de la habitación cuando la mujer estaba por dar a luz, y ella quedaba junto con su madre, hoy en día se propone que participe de la experiencia del parto y se comprometa tanto como la mujer.
El padre tiene un definido rol psicológico en la crianza de los hijos: básicamente representa el puente hacia el mundo exterior, mientras la madre es el alimento y el mundo interior, el de las reglas de la casa. El tiene algunas funciones especiales como, por ejemplo, enseñarle a mantener el equilibrio emocional ante estímulos fuertes. Con los juegos más bruscos y el tono de voz más grave, los niños aprenden a convivir con la fuerza.
En principio se sobresaltan y se excitan, pero se dan cuenta de que esta actitud más enérgica termina bien. Ese grado de vigor, típico del padre, le sirve al niño para su desarrollo. No tiene que llegar a sobreexcitarlo ni, por supuesto, a lastimarlo, pero con el juego más dinámico le enseña a no asustarse ante cualquier estímulo fuerte.
Consejos para no ser una madre posesiva
¿CÓMO SE COMPORTA LA MADRE POSESIVA?
• Actúa de acuerdo con sus propios sentimientos, sin tener en cuenta los de sus hijos.
• No soporta que sus hijos lloren, griten, protesten.
• No entiende que sus hijos puedan encontrar su felicidad fuera de su área de influencia.
• Recurre con frecuencia al chantaje afectivo del tipo “si te quieres ir es porque no me quieres” para lograr sus objetivos.
• Pretende ser una madre perfecta. En realidad, es una madre demasiado presente.
• Se siente responsable de todo lo que atañe a sus hijos.
• En el fondo, se siente insegura como madre y teme perder el cariño de sus hijos.
ALGUNOS CONSEJOS PARA NO SER POSESIVA
Ninguna madre desea ser posesiva. Te señalamos algunas trampas para que no caigas en ellas.
• No caigas en la tentación de creer que tan bien como tú no lo hace nadie.
• No caigas en el error de adelantarte a los deseos de tu hijo. Déjale tiempo para que los exprese.
• No apartes a tu marido de la crianza de tu hijo. Al contrario, deja que lo haga a su manera, sin intervenir para nada.
• No te creas responsable de todo lo que le ocurre a tu hijo. No es tu culpa si ha cogido un catarro.
• Sé una madre comprensiva y abierta. Toma en consideración las opiniones y los sentimientos de tu hijo.
• Nunca dudes de los sentimientos de tu hijo hacia ti.
• No renuncies nunca a tu vida como mujer.
• No desees nunca ser una madre perfecta.
Ser una buena madre
En opinión del famoso pediatra y psicoanalista norteamericano D.W. Winnicott, para ser una madre suficientemente buena, hay que ser capaz de no responder ni total ni inmediatamente a los deseos del niño. Eso no quiere decir que hay que educar al niño en la indiferencia o el despotismo, sino que es necesario poner límites a sus exigencias.
Lo afirman psiquiatras y psicólogos: no debemos pretender ser padres perfectos. En primer lugar porque la perfección no existe. Y porque un padre o una madre que se cree perfecto es casi tan neurotizante como uno malo.
Una madre suficientemente buena debe dejar en la vida de su hijo espacio para el deseo. El deseo es una fuente de energía psíquica importante, tanto para el adulto como para el niño. Si ella se abalanza sobre la cuna de su bebé al menor suspiro, si le llena la boca antes de que haya sentido hambre, si abre el monedero para comprarle todos sus caprichos, si todo lo consiente… ¿cuándo va su hijo a conocer el deseo? ¿cuándo va a sentir el azote de la frustración? ¿y la satisfacción que produce alcanzar una meta largamente anhelada?
Por el bien de tu hijo, le deseamos una madre suficientemente buena. Una madre que también sea esposa, hermana, tía, amiga… Una madre que no sea posesiva.
Madres y bebés egoístas
Los bebés son egoístas. Buscan la satisfacción de sus necesidades... su placer. Si se sienten mejor con su madre, harán todo lo posible para estar con ella el mayor tiempo posible. Y cuando se ausenta, sufren. “Siempre que me voy de viaje, mi hija padece algún catarro o diarrea”, comenta Pilar. La niña echa de menos a su madre y bajan las defensas de su organismo.
Los niños han de aprender a sobrellevar las ausencias de su madre so-pena de convertirse en enmadrados, timoratos y poco abiertos hacia los demás. Además, han de saber que cuando ella se va, vuelve. Si no se va nunca… ¿cómo pueden comprobarlo? Éste no es un asunto menor. Gracias a la ausencia, el niño empieza a elaborar la imagen mental de su madre. Un paso importante que le ayudará a diferenciarse de ella, a sentirse una persona con yo propio.
De sobrevivir gracias a los constantes cuidados de su madre, de no tener conciencia de su individualidad, el bebé de un año pasa a comportarse como una personita. No solamente empieza a caminar, sino a comer de todo. También a hablar. Sigue siendo un ser muy dependiente pero sus horizontes se amplían. En la mayoría de los casos, ha vivido ya una importante separación de su madre: el destete.
A partir de los dos años, está preparado para captar situaciones cada vez más complejas. Empieza a expresarse y a relacionarse con los demás.
Es una personita que habla de sí mismo, se afirma, niega… Ha llegado el momento de romper esa relación tan exclusiva con su madre. Y quien ha de separar a la madre de su hijo es el padre.
Para que un niño pueda crecer armónicamente, para que su mente se estructure adecuadamente, para que se sienta seguro de sí mismo y de los demás, tiene que sentir que su padre, su madre y él forman un triángulo fuertemente unido que nadie ni nada puede romper. Aunque, los padres se separen, el triángulo debe seguir, pues ellos dejarán de ser amantes, dejarán de convivir… Dejarán atrás muchas cosas pero seguirán siendo sus padres. Aunque nazcan otros hijos. Ellos formarán su propio triángulo. Cada niño tiene el suyo… único, intransferible, distinto.
Una madre que mantiene con su hijo una relación excluyente más allá de los 2 años… ¿es posesiva? Sin lugar a duda, sí lo es. Y esta actitud es peligrosa.
Cuando es necesario reprender
En general, resulta más agradable para los padres premiar a sus hijos que castigarles, pero puesto que es imposible mantener la disciplina en casa y hacer que el niño adquiera buenas costumbres sin castigar a veces, mejor hagamos uso de castigos efectivos, apropiados y convincentes… Ya que debemos castigar, mejor hacerlo poco y bien.
¿CUÁNDO CASTIGAR?
Por varios motivos, podemos afirmar que conviene castigar lo menos posible.
• Normalmente, el castigo tiene como objetivo reprimir una conducta que nos desagrada: “Niño, no grites, no toques, no pegues… “. Sin embargo, es más importante estimular al niño a hacer y aprender que a reprimirse.
• Si le castigamos a menudo, el niño puede adoptar un comportamiento inhibido, pasivo, agresivo… Puede volverse mentiroso, hipócrita. Puede convertirse en un adolescente en continua rebeldía contra sus padres o, al contrario, desarrollar una personalidad muy sumisa.
• Para ser eficaz, el castigo debe sorprender. Uno se acostumbra a todo, incluso a los castigos. En vez de llevarle a ceder, le conduce a inventarse estrategias para padecer menos el castigo. Evitar su rigor se convierte en su preocupación principal.
Cuando falta papá o mamá
Hay infinitos motivos por los cuales un niño puede criarse con un solo padre: divorcio, muerte, decisión personal de mamá o papá. El progenitor solitario tiende a creer que hace de madre y padre a la vez, pero esos roles son claramente diferentes e imposibles de sustituir, por eso lo mejor no es tratar de ocupar espacios ajenos sino ayudar al niño a comprender que puede ser feliz y que no es culpa de él que la otra persona no esté.
Se trata, finalmente, de enseñar al niño a sobrellevar la falta de uno de sus padres, sin que esto implique una tragedia en su vida o un trauma inmanejable. SI hay afecto y una comunicación transparente, el hijo podrá comprender que esa familia es la mejor que tiene, aún cuando sea más pequeña que otras, y que no debe sentir lástima de sí mismo.
Papá o mamá, por su parte, deberán contribuir aceptando la realidad de criar solos para no caer en excesos de protección o intervención en la vida de su hijo, ni tampoco querer que este hijo se dedique a él por el resto de su vida. Este padre tampoco debe sentirse culpable o víctima de una situación que él mismo decidió o le impusieron, porque ahí sí haría daño a su hijo, al transmitirle todos sus sentimientos de inseguridad. Si se tienen claros los roles, criar a un hijo sin pareja puede convertirse en una enorme experiencia gratificante y armoniosa.
Padres que cuidan del bebé
Esa criaturita tierna y desvalida que es el hijo suele movilizar sentimientos e inquietudes muy fuertes en el adulto. ¿Qué le pasa a este niño? ¿Le duele la panza o tiene hambre? ¿Por qué está tan caprichoso? ¿Lo estoy criando bien? ¿Es un berrinche o acaso le duele algo? ¿En serio, hace falta llevarlo a la plaza todos los días? ¿Por qué ayer se calmó no bien le puse el chupete y ahora no hay nada que lo consuele? Estas y otras muchas preguntas deben resolverse sobre la marcha, y no hay libro o pediatra que pueda encontrar por nosotros la respuesta adecuada para cada caso. Hay que estar, observar, conectarse piel a piel y corazón a corazón, intuir e informarse y, sobre todo, aprender día a día qué es esto de ser padres.
Es mentira que sólo las madres saben mágicamente, y por el sólo hecho de ser mujeres, qué es lo mejor y lo más adecuado para sus hijos, en cada momento y en toda circunstancia. Los padres también pueden saberlo, a condición de que se “aguanten” la angustia y la incertidumbre que despierta lo desconocido. Pero a cambio obtendrán algo que las viejas ideas acerca de la masculinidad les han impedido hasta ahora: el inmenso, profundo placer que deparan muchos de los aspectos relacionados con la crianza y la imperdible oportunidad de estar cerca de sus hijos en los años de sus más entrañables “monerías” y conmovedor crecimiento. Así como las mamas que trabajan necesitan a su compañero para que su vida diaria sea más llevadera, los papas necesitan estar cerca de sus hijos para sentirse personas plenamente realizadas en todo su potencial humano.
Cada vez más hombres y mujeres emprenden este camino, signado por el esfuerzo hacia un mejor entendimiento. Y, también con una mano en su corazón, muchos padres no podrán dejar de reconocer que se sienten mejor de este modo que siendo exclusivamente una máquina con pantalones, destinada a imponer autoridad y proveer dinero a la familia. Si el precio que deben pagar es un pañal con olor a caca, resulta barato. Y si todo esto se lo debemos a que “mamá tiene que salir a trabajar”… ¡bienvenido sea el trabajo femenino! Estamos a tiempo de echar una mirada distinta sobre este tema que aflige a tantas mujeres.
Colaborar con mamá
Aún cuando seamos superorganizadas y contemos con una empleada eficiente y cariñosa para cuidar a los niños, circunstancias ideales que no siempre se cumplen, el rol del padre es de fundamental importancia. Ni qué hablar de aquellos casos en que vivimos en un departamento minúsculo, que no nos permite contar con una empleada de tiempo completa, o aunque el espacio sea apto, el presupuesto escaso nos prive de esta ayuda.
Sea cual fuere la situación, un papá bien dispuesto es el soporte indispensable para que la vida de la madre trabajadora sea menos pesada y angustiante. ¿Cuanto de esta buena disposición depende de la personalidad del hombre, y cuanto de la actitud que demuestre la mujer? Imposible saberlo con precisión, ya que, como dice el viejo refrán: “cada casa es un mundo”. Sin embargo, con una mano en el corazón, todas deberíamos reconocer que en más de una oportunidad somos nosotras quienes también contribuimos a que los papas sean prescindentes o inhábiles y se mantengan a una cómoda distancia de las cargas cotidianas que conlleva la crianza de un hijo.
El “dejá que mejor lo hago yo, porque así no se hace”, es una frase que podríamos ir desterrando de nuestro vocabulario. Nada inhibe más a cualquier ser humano que ver resaltada su incompetencia en una actividad para la que, además, nunca fue entrenado. ¿Y quién puede dudar que los hombres no fueron educados para “hacer de niñeras”?
La única manera en que una mujer puede recibir el apoyo que necesita es logrando que su marido quiera dárselo. Para ello, el mejor camino es demostrar que todas sus contribuciones son bienvenidas. El marido a quien se le dice: “podes ayudarme en esto pero no en aquello”, se sentirá inevitablemente con derechos paternos de segunda clase. Y las mujeres, que tan a menudo somos discriminadas como ciudadanas de segunda, deberíamos saber mejor que nadie lo que estos mensajes despiertan.
Fuente crecebebe.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario