Limpiar los oídos de los bebés es una tarea sencilla que, sin embargo, puede suscitar numerosas dudas. Es importante saber que los oídos de los bebés son muy delicados, ya que su canal auditivo es muy corto y, por tanto, está más expuesto a los agentes externos como el polvo o las bajas temperaturas y los enfriamientos.
El cerumen es precisamente la defensa natural del órgano auditivo, por eso, quitarlo puede ser una medida contraproducente. La cera protege el oído de los pequeños de forma natural en dos sentidos:
Impermeabilización: La cera repele el agua que puede entrar en el tímpano durante el baño.
Barrera: entorpece la entrada de elementos extraños del ambiente al conducto auditivo.
¿Cómo limpiar los oídos?
Una vez que tenemos claro que no hay que quitar la cera, debemos saber cómo limpiar los oídos de los bebés empezando por olvidarnos de bastoncillos o hisopos de cualquier tipo, ya que la limpieza ha de ser sólo de la zona exterior. Cualquier objeto extraño que introduzcamos en el canal auditivo puede dañar el tímpano.
El mejor momento para esta rutina de higiene es después de baño, cuando cualquier tipo de suciedad en el pabellón auditivo puede retirarse con más facilidad por la humedad. Así, es recomendable utilizar una toallita húmeda o un paño, también humedecido.
El cuerpo produce cera continuamente de forma natural y ésta sale poco a poco hacia el exterior del oído, cuando esto sucede sí puede eliminarse como un paño húmedo y si lo hacemos tras el baño será más sencillo ya que la humedad hará que está más blanda.
Sólo en contadas ocasiones la cantidad de cera acumulada en el conducto auditivo es tal que puede provocar problemas. En estos casos sí hay que retirar el cerumen, una práctica que sólo pueden hacer los profesionales sanitarios y tras prescripción médica.
También debemos acudir al pediatra si observamos cambios en la cera. Ésta debe ser fina y de un tono amarillo claro o quemado, tendiendo al naranja. Si cambia de color o de textura, volviéndose más espesa y oscura hay que consultar al médico pediatra sin retirarla ya que él valorará si estos cambios son fruto de algún tipo de problema o enfermedad.
El porteo: bebés pegados al cuerpo
El porteo es una tradición milenaria que se extiende a lo largo y ancho de todo el mundo. Civilizaciones y culturas de todos los continentes han utilizado diferentes técnicas para realizar diferentes tareas a la vez que se mantenían a los pequeños protegidos. Esta tradición milenaria, además de ser una cuestión práctica, propicia una estrecha comunicación afectiva y emocional entre la madre y los bebés.
Los bebés pasan nueve meses en el cuerpo de su madre, en un ambiente cálido, protegidos y mecidos 24 horas, sintiendo el ritmo del corazón y de la respiración. Tras el parto, que es un momento duro de trabajo tanto para la madre como para el bebé, lleno de luz, empujones y frío, empiezan tantas novedades para los recién nacidos que el porteo le ayuda a tener una transición más fluida al nuevo mundo que empieza a descubrir.
Llevar al bebé pegado al cuerpo armoniza su respiración, temperatura, latidos del corazón y movimientos con los de quien lo portea, bien sea la madre o el padre. Durante el primer año de vida el bebé necesita contacto, mientras más, mejor ya que, además de hacerle sentir confortable y seguro, estimula su desarrollo neurológico.
Ventajas para el bebé
Elimina gran parte de los miedos, haciendo que los bebés se sientan seguros y centrados más en disfrutar del entorno, en descubrirlo y observarlo.
El movimiento del porteo favorece la expulsión de gases y el desarrollo de los sistemas respiratorios y digestivo, reduciendo los cólicos y los llantos. Además, se mejora el desarrollo óseo ya que en los portabebés mantienen una buena postura tanto de la espalda como de las piernas.
La presencia próxima de los padres cuenta con numerosos beneficios ya que ayuda a detectar de forma rápida de las necesidades del bebé, favoreciendo una respuesta rápida y mejorando la confortabilidad de los pequeños, lo que hace que aprendan a confiar. Además, le procura a los niños numerosos estímulos emocionales, sensoriales, afectivos y cognitivos ya que el porteo hace que los padres acaricien, hablen y canten a los bebés más a menudo.
Ventajas para los papás y las mamás
Como el porteo pueden practicarlo tanto los papás como las mamás se favorece una relación más íntima entre los padres y los hijos. Aumenta la comunicación reforzando los lazos de unión entre el adulto y el recién nacido.
En ocasiones, los padres pueden sentirse desplazados tras el parto dado estrecho vínculo que se establece entre la madre y el neonato. El uso del portabebés por parte de los padres les hace sentirse más integrados en ese círculo.
La lactancia se hace más sencilla por diferentes cuestiones ya que al estar más cerca del pecho se inicia con más facilidad, del mismo modo la proximidad aumenta la producción de oxitocina y se detectan antes las necesidades del bebé, sin necesidad de que llegue al llanto para pedir lo que requiere.
Junto a todo esto, posibilita que el adulto pueda realizar otras actividades sin alejarse del bebé y permite participar en actividades muy concurridas.
Consejos para que tus hijos descansen bien por la noche
Después del verano, cuando las interminables tardes y las cálidas noches invitaban a pasear tomando un helado y a acostarse tarde, los niños se muestran remisos a acostarse antes aunque tengan que madrugar al día siguiente para ir al colegio.
Lo mejor es ir adaptando paulatinamente la hora de ir a dormir y establecer una serie de rutinas que nos ayuden a llegar al momento de apagar la luz sin llantos ni protestas. Lleva su tiempo, pero es importante hacerlo ya que, de otro modo, la rutina será un conflicto diario y que algo tan natural como acostarse para descansar se convierta en un castigo.
Con las rutinas, lo que debemos procurar es crear una experiencia agradable que nos lleve paso a paso hacia el final con el deseado descanso. Nosotros te proponemos una fórmula que tú puedes adaptar a tus necesidades o preferencias.
Baño: El baño es una actividad relacionada con el cierre del día. El niño que lleva toda la jornada haciendo diversas actividades y jugando, se baña para acostarse limpito. Aunque es un momento en el que también se puede jugar, es interesante terminarlo de manera relajada y puede hacerse aprovechando la hidratación para darle un ligero masaje que le calme.
Cena: La cena debe ser un momento tranquilo en familia, durante el que se puede charlar sobre cómo ha ido el día, que ha sido lo mejor y lo que hemos disfrutado. También se puede planificar la siguiente jornada.
Recordar que llega el momento: Antes de enviarlos a la cama directamente puedes recordarles que se acerca el momento de acostarse. Así, van reconociendo cada momento y relacionan las actividades que hacen con la hora de dormir.
Actividades rutinarias: Ya saben que la hora de acostarse está cerca porque se lo has recordado. A partir de ahora, lo que hagan lo relacionan con ese momento, por lo que pueden lavarse los dientes, ponerse el pijama, beber agua, hacer pipí o preparar la mochila y la ropa para el día siguiente.
El cuento: Para que la hora de dormir no sea una ‘despedida y cierre’ bruscos, podéis elegir juntos un cuento que le guste y, una vez esté acostado, leerlo. Es una experiencia positiva y relajante que, además, fomentará su amor por la lectura. Si el niño ya es mayor, puede leer él mismo durante unos minutos. Los padres deben controlar la hora y llegado el momento de apagar la luz acudir a su habitación para desearle buenas noches e indicarle que ha llegado el momento de dormir.
Charlar: Una vez habéis cerrado el libro llega la hora de despedirse. Podéis hacerlo charlando sobre cómo será el día siguiente, qué haréis que qué esperáis de bueno. Así se quedará con una buena sensación y con ganas de dormir para que lleguen todas las cosas buenas que le esperan al día siguiente.
Apagar la luz: Los niños deben dormir con la luz apagada. Puedes hacerlo tú o que sean ellos mismos quiénes la apaguen. Sin embargo, hay niños que desarrollan miedo a la oscuridad. En estos casos cabe la posibilidad de dejar un tenue punto de luz en la habitación hasta que supere ese temor paulatinamente.
Cuando no están cansados
Los niños más pequeños suelen dormir siesta y en ocasiones son tan largas que cuando llega la hora de dormir, realmente, no están cansados, por lo que acostarlos es una auténtica odisea ya que se levantan en numerosas ocasiones, llaman a sus padres y se muestran completamente activos y despiertos.
En estos casos lo mejor es ir reduciendo el tiempo de la siesta en diez minutos cada día para que, paulatinamente se acostumbre al nuevo horario. Así en unos pocos días, la siesta será de una duración razonable y el niño llegará cansado a la noche tras pasar la tarde jugando y realizando diferentes actividades.
También hay niños que luchan contra el sueño como si se tratara de un enemigo y aunque estén cansados hacen todo lo posible por retrasar el momento de ir a dormir, poniendo a prueba la paciencia de los padres. En estos casos, es imprescindible mantener las rutinas y mostrarse firme en las normas establecidas a la vez que se reconocen los méritos del niño al subirse a la cama solo y sin protestar, por ejemplo, o al elogiarle por la mañana después de haber dormido toda la noche sin levantarse de la cama.
Fuente mujerhoy.com
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