
Cuando nuestro hijo piensa en un hermano, imagina a alguien que cubra una necesidad muy concreta. Con un hermano siempre hay alguien en casa para jugar y divertirse.
Además, las relaciones fraternas ofrecen a los pequeños la oportunidad de experimentar y aprender. Pero, ¿qué tipos de hermanos quieren nuestros hijos? Según las necesidades de los pequeños estos son algunos tipos de hermanos que demandan.
El hermanito para jugar
Lo más común, sobre todo entre los hijos únicos, es querer un hermanito para jugar. Se lo imaginan de su mismo sexo, estatura y gustos, alguien con quien compartir su día a día y sus juegos; un igual con quien establecer una relación muy diferente a la que tienen con papá y mamá. No hay que ser hijo único para desear un hermano, casi todos los pequeños de cada familia desean tener un hermano menor para jugar, sobre todo si existe distancia con los hermanos mayores.
Un hermano mayor
Como el mundo de los deseos no tiene límites, también son muchos los que quieren tener un hermano mayor. Esta petición, casi exclusiva de los abrumados hermanos mayores, manifiesta que en parte se sienten solos en su posición y necesitan comprensión, apoyo o a alguien que los defienda. Es un deseo más propio de las niñas que de los niños.
El hermano que complete el grupo
Clara y María no cejan en su esfuerzo. Creen que el bombardeo continuo y sin tregua tendrá sus frutos. Tienen 10 y 7 años, y quieren una hermana pequeña. Sienten que les falta alguien porque en casa de la vecina son tres, en casa de su amiga Laura también, y además saben que, cuantos más hermanos sean, mucho mejor. Por otra parte son niñas, les gustan los bebés y ¡quieren uno en casa! Tienen una imagen idílica de lo que supone cuidar del bebé, muy diferente a la que tiene su madre.
El hermano contra la oscuridad y el miedo
Muchos niños quieren un hermano para no dormir solos en esa habitación en la que se alargan las esquinas de noche. En cuanto se dan cuenta de las ventajas nocturnas, el hermano se convertirá inconscientemente en la compañía ideal para afrontar juntos las sombras y sonidos nocturnos. Y también los diurnos.
“Comida chatarra” durante el embarazo

Cuidar la dieta en el embarazo es importante para asegurar al bebé los nutrientes que necesita para desarrollarse con toda salud, pero además, para tratar de que a lo largo de su vida, se incline más fácilmente a la alimentación sana.
Es que un estudio encontró que aquellas mujeres que consumen la famosa “comida chatarra” durante el embarazo, producen un cambio en el cerebro de sus bebés que se traduce en una menor sensibilidad a las sustancias opiáceas, las cuales se liberan con el consumo de alimentos ricos en grasas. Esto significa que el niño nace con alta tolerancia a las comidas rápidas, por lo que tendrán mayor compulsión a ingerirla.
El estudio logró determinar que la adicción a la comida basura es real, ya que tiene sustancias que “se acopla a la química del cuerpo del mismo modo que lo hace el opio, la morfina o la heroína”, explicaron los investigadores.
“Los resultados de esta investigación nos permitirán informar mejor a las mujeres embarazadas sobre los efectos de su dieta en el desarrollo de sus bebés, así como el posible riesgo de contraer enfermedades metabólicas. Esperemos que esto les motive a escoger dietas saludables, ya que así tendrán niños sanos”, añadió Beberly Muhlhausler, del centro de investigación FoodPlus de la Universidad de Adelaide (Australia).
En un estudio realizado en ratas, se halló que la reducción de la ingesta de grasa y azúcar fue menos eficaz en las crías de madres alimentadas con comida con alto contenido en grasa, y su cría tenía más inclinación a ella.
Tipos de epilepsia infantil

Éstas podemos dividirlas según según si la crisis se origina en una zona determinada del cerebro o bien dichas descargas afectan a la vez a varias partes del cerebro. También podemos diferenciar entre aquellas crisis que se originan sin existir evidencia de alteración en el sistema nervioso o en las que sí existe.
Según esto que hemos visto, podemos hablar de crisis parciales o focales cuando la crisis epiléptica tiene su comienzo en un área limitada del cerebro, pudiendo acompañarse de síntomas de tipo motor, sensoriales o psíquicos. Este tipo de crisis son las más frecuentes, y podemos dividirlas, a su vez, en:
Simples: son aquellas que ocurren sin ningún tipo de pérdida de la conciencia, pero si con alteraciones motoras o sensoriales, pudiendo ir acompañadas de sensaciones fóticas (relacionadas con la luz), gustativas, de calor o de hormigueo o adormecimiento.
Complejas: al contrario que las anteriores, y como consecuencia de una afectación de estructuras cerebrales más complejas, en este tipo de crisis sí existe pérdida de conciencia, acompañada o no de sensaciones de miedo, problemas de memoria o cognitivos, alucinaciones o movimientos involuntarios de diferentes partes del cuerpo.
Por otro lado nos encontramos con las crisis generalizadas, las cuales constituyen descargar que afectan a la vez a más de una zona concreta del cerebro, produciendo pérdida de la conciencia que en muchas ocasiones cursa junto a reacciones motoras anormales.
Pueden ser primarias, que es cuando las crisis epilépticas se presentan de forma simultánea por todo el cerebro, o secundarias que, por el contrario, es cuando la descarga se origina en una parte determinada del cerebro y posteriormente se va extendiendo al resto del cerebro.
Así mismo, pueden presentar o no trastornos motores mientras duran las crisis. En el caso de que se manifiesten estas descargas motoras podemos encontranos con diferentes tipos de alteraciones motoras, como por ejemplo las mioclonías masivas bilaterales, que consisten en sacudidas involuntarias de las extremidades de duración breve y que ocasionean movimientos violentos en el pequeño.
También pueden darse crisis clónicas, en las que el niño pierde la conciencia y se producen contracciones musculares que se repiten de forma rítmica, o crisis tónicas, donde existen contracciones tensas sostenidas en los músculos sin que se muevan.
Finalmente, dentro de las crisis convulsivas, también pueden darse las llamadas crisis tónico-clónicas, las cuales se conocen también con el nombre de “crisis de gran mal”. La duración de estas crisis oscila entre los 5 y 10 minutos, existiendo una pérdida total de la conciencia.
Se divide en dos fases, siendo la primera la fase tónica, la cual en alguna ocasión se da después de un dolor intenso en el abdomen y sensaciones de mareo. Se da una contracción intensa de todos los músculos del cuerpo, acompañada de una desviación de la mirada (al dar la crisis, los pequeños tienden a mirar hacia arriba), elevación de los brazos y espamos en la largine, lo que hace que se emitan diferentes gritos agudos e intensos (llamado “grito epiléptico”).
Después de esto llega la llamada fase clónica, durante la cual se producen varios movimientos convulsivos repetidos en brazos y piernas, así como incapacidad para controlar el pis. Después de esta fase, llega un breve periodo comatoso seguido de una fase de sueño tras la cual el niño se encuentra desorientado y confuso, con dolor de cabeza, muscular y dificultad para recordar lo ocurrido.
En el caso de que la crisis no curse con ningún tipo de descarga motora, podríamos encontrarnos crisis atónicas en las que se llevaría a cabo una pérdida de la conciencia y disminución del tono muscular, lo que ocasiona que el pequeño se desplome pudiendo producirle daños importantes debidos al impacto. Por otro lado, las crisis acinéticas tienen, igualmente, una pérdida del movimiento y hacen que el niño caiga al suelo, aunque no existe afectación del tono muscular.
Las ausencias, llamadas hasta hace poco “crisis de pequeño mal”, son muy características de la infancia y suelen desaparecer antes de los 15 años aproximadamente. Durante las ausencias disminuye la conciencia (pudiendo llegar incluso a suspenderse) durante unos 2-15 segundos.
Nos damos cuenta de que el niño está teniendo una ausencia porque deja de hacer lo que estaba haciendo, permanece quieto durante ese tiempo, y al concluir la crisis se encuentra desorientado. Pueden darse alteraciones como palidez de la piel, incapacidad para controlar el pis o la saliva.
Como podéis ver, al hablar de epilepsia no hablamos siempre de lo mismo, sino que existen diferentes tipos de epilepsia infantil que hacen que debamos tenerlo en cuenta a la hora de llevar a cabo el tratamiento más adecuado para cada caso.
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