Si tuviésemos que describir el comportamiento de una persona adolescente, la frase más indicada sería aquella que dice 'mente de niño en cuerpo de adulto'. Desde los once hasta, aproximadamente, los dicienueve años, los niños sufren determinados cambios físicos y psicológicos que son vitales para su desarrollo, pero que, a veces, complican durante un tiempo la relación con sus padres.
No hay que agobiarse, puede que pasemos momentos complicados, pero hay que recordad que todos hemos pasado por ese etapa. Nuestro hijo va a pasar distintas fases que van desde la rebeldía y el inconformismo al rechazo total de todo aquello que digan sus padres. Sin embargo, debemos hacer todos los esfuerzos por entenderle y comprenderle, así conseguiremos mejorar la relación.
Cómo afrontar este momento
Para poder ayudar a nuestro hijo a llevar la etapa de la adolescencia de la mejor manera posible, lo primero que tenemos que entender nosotros mismos es qué es la adolescencia, qué cambios va a sufrir nuestro hasta ahora 'pequeño' y cómo podemos afrontar los padres esta etapa.
Puede parecer extraño, pero lo que debemos saber desde pequeños, es que la adolescencia en sí no comienza a los once años, sino a los dos o tres años, cuando nuestros hijos empiezan a conocer el mundo que les rodea y somos nosotros quienes les establecemos los límites de ese mundo. Si desde este momento, les ponemos los límites adecuados que no les sobrelimiten, sino les enseñen, tendremos mucho trabajo ganado para cuando lleguen los doce años. En el siguiente vídeo, la psicóloga clínica Amor Hernández, nos lo explica detalladamente.
Comunicación, como pauta fundamental
Una vez que intentamos comprender en qué consiste y cómo se va a desarrollar la adolescencia de nuestros hijos, la siguiente pauta básica es comunicarnos con ellos. Principalmente, debemos escucharles, saber qué les inquieta, qué piensan, para poder ayudarles en sus dificultades. Esto va a ser complicado, sobre todo porque los jóvenes tienden básicamente a protestar ante todo lo que les decimos, pero debemos dejarles que protesten y debatir con ellos para escuchar sus argumentos.
Tenemos que conseguir que confíen en nosotros. Obviamente, durante esta etapa, los jóvenes se centran sobre todo en sus amigos, pero debemos hacerles ver que cuando se trate de problemas graves o serios deben acudir a nosotros, no van a encontrar a nadie mejor que a su propia familia. El camino se construye poco a poco, pero lo que debemos tener claro es que regañarles contínuamente, no escucharles cuando protestan y sólo imponerles castigos no les va a ayudar en nada.
Paciencia
Aunque suene difícil, lo que más ayuda a sobrellevar una adolescencia tranquila con nuestros hijos es la paciencia. A veces, es casi imposible, porque si un rasgo común tiene esta etapa en todos los jóvenes es la contrariedad, se oponen a todo lo que les dicen sus padres. Por ello, no es raro que detectemos comportamientos anómalos como opiniones radicales en determinados temas, aislamiento familiar, dependencia total de los ordenadores y otras tecnologías...
Debemos tener paciencia, tolerar hasta cierto punto este tipo de comportamientos. Tenemos que intentar no enjuiciar a nuestros hijos en este sentido, a no ser que observemos en ellos síntomas que indiquen que ocurre algo más de lo normal en la adolescencia. Aumento o pérdida excesiva de peso, problemas de sueño, cambios bruscos de amigos, faltar a clase o bromear sobre temas como el suicidio son algunos de los indicadores que deben preocuparnos, pero si el problema es que el niño contesta demasiado o pasa demasiado tiempo en su habitación, debéis tener mucha paciencia.
Confianza
Aunque ya hemos hablado de que una de las pautas fundamentales para llevarse bien con los adolescentes es tratar de transmitirles cierta confiaza, otro de los aspectos importantes es que confiemos nosotros mismos en ellos. Es complicado, puesto que lo normal es que a medida que van creciendo, su propia autonomía despierta miedos en los padres de que pueda ocurrirles cualquier cosa. Pasan horas fuera de casa sin que tengamos conocimiento de dónde están, en muchas ocasiones y eso puede desesperarnos en cierta medida.
Por ello, tenemos que tranquilizarnos y hacer un esfuerzo por confiar en ellos. Debemos dejar que hagan lo que cualquier otro jóven puede hacer, siempre con unos límites razonables, por supuesto. Por otro lado, para poder lograr esto es importante que conozcamos el entorno que rodea a nuestro hijo: sus amigos, los compañeros de clase... Cuánto más sepamos de todo lo que rodea a nuestro hijo, mucho mejor.
¿Jóvenes violentos?
Según estudios recientes, un 16% de los jóvenes de nuestro país manifiestan conductas agresivas. Mientras los padres observan preocupados un crecimiento en las actitudes violentas de sus hijos, los chavales, según los expertos, se sienten ‘incomprendidos’. ¿La clave de todo esto? Parece que está en la educación, pero el entorno familiar y social y la predisposición del joven a infringir las normas morales y sociales, tienen mucho que ver.
Cada vez son más frecuentes los estudios que intentan entender y manifestar a la sociedad los principales problemas de nuestros adolescentes así como aquellos factores que les guían o condicionan para, en general, comportarse de una u otra manera.
Aunque nunca podemos hablar en términos absolutos sí que hay un crecimiento notable en ciertas actitudes que los jóvenes entre 14 y 20 años manifiestan en sociedad.
¿Qué hay detrás de la violencia?
Según Ángel Nogales Espert, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital 12 de Octubre de Madrid, ‘’es fruto de una menor capacidad en este grupo de población para expresar sus sentimientos y afirmar su personalidad ante la gente adulta’’Pero estas palabras explicativas pueden no acabar de convencer a los familiares de estos chicos y chicas que constituyen su principal referente y punto de apoyo y que por ello, se sienten como los primeros responsables y afectados directamente por sus actos.
¿Hay un exceso de libertad?
Hay expertos que aluden al ‘exceso de libertad’ que caracteriza los últimos 20 años a nuestra sociedad. En menos de dos décadas los españoles hemos sufrido un sinfín de cambios sociales a todos los niveles que han pasado desde la más dura represión, por un proceso de liberalización social hasta el punto en el que nos encontramos hoy en día, el que califican muchos estudiosos como ‘neolibertinaje’.
La palabra libertinaje antiguamente aludía a aquellas personas que se sentían identificadas con una doctrina o pensamiento basado en la libertad total como individuos y que normalmente estaban sometidos a un sistema dictatorial o rígido en el que casi necesitaban comportarse de esa manera.
Para muchos 'no hay normas'
La ausencia o el rechazo a las normas, que son los límites sociales a nuestra conducta como seres humanos, se ha calificado como utópica puesto que está demostrado que el ser humano necesita del Derecho para convivir armoniosamente en sociedad.
Actualmente el neolibertinaje ha perdido su tono romántico y anarquista para dar paso a una nueva generación de adolescentes que no se atienen a ninguna normal impuesta por la sociedad. Estos jóvenes, por lo general, pertenecen a ámbitos desestructurados, han tenido libertad desde que eran muy pequeños, y ese contacto prematuro con la realidad social les ha hecho ‘perderse’ en los estratos más oscuros y negativos de la misma.
Falta de criterio propio y necesidad de adaptación al grupo
Por supuesto no todos nuestros jóvenes son de esta manera. El problema, según los expertos está en que a esas edades, los chavales se dejan influenciar por aquellos ‘líderes’ de grupo que por razones de carisma o a veces imposición son considerados ‘los más fuertes’. De esta forma, el resto del grupo asume como suya la conducta agresiva aunque ellos, intrínsecamente, no están de acuerdo.
Todos hemos asistido alguna vez al desarrollo de una pandilla de barrio y cómo se desenvuelven ‘de cara a la sociedad’. Normalmente hay una o dos figuras que llevan la voz cantante, mientras hay otros muchos que pasan desapercibidos. Los que rechazan frontalmente la actitud general del grupo, son marginados o criticados, y en muchos casos incluso se les acosa para que actúen como el resto.En la adolescencia, somos más vulnerables que nunca, por eso aquellos que destacan por tener ‘más personalidad’ y después se convierten en los más agresivos, suelen ‘contagiar ‘al resto estas conductas violentas.
El papel de los medios de comunicación
“Hay que ser conscientes de que no se le puede pedir un comportamiento cívico a una persona que, desde su infancia, ha vivido en un hogar que ha descuidado su educación y donde no ha tenido referencias de comportamiento ni de valores. ‘’ sostiene Ángel Nogales.
Además, el profesor hace especial hincapié en las personas que han sido bombardeadas, a través de los medios de comunicación, con escenas de violencia, actitudes depredadoras y sexo incontrolado.
Según el experto, ‘’las medidas a tomar deberían afectar, por tanto, a la familia, a la escuela y a la sociedad en sentido amplio”.
Qué hacer como padres
Cada familia y cada hijo o hija adolescente son universos diferentes. En muchos hogares acomodados y donde se ha respirado un ambiente supuestamente ‘sano’ puede desarrollarse un verdadero delincuente, así como en ambientes desestructurados ‘sobreviven’ jóvenes que son auténticos ejemplos de superación y de buena conducta.
Los psicólogos recomiendan no utilizar la ‘guerra preventiva’ con los hijos. Algo que se traduce en prohibir todo tajantemente, pues puede producir en ellos un efecto adverso de rebeldía mucho más intensa. Por el contrario hay que mostrarse dialogantes con ellos y flexibles pero nunca como ‘colegas’ y siempre dejándoles claro vuestra autoridad como tutores.
Vosotros podéis hacer mucho más de lo que creéis fomentando la comunicación con vuestros hijos. Así verán que no están solos y se sentirán en confianza para contaros sus inquietudes y problemas. Y un último mensaje positivo, !todos hemos pasado por la adolescencia y aquí estamos! Ánimo.
Fuente padres.facilisimo.com
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