
Cuando nace, el bebé es capaz de reconocer a su madre por la voz y el olor. Con ella está mejor que con nadie: ella le da su leche, su calor, su afecto. Por su parte, al dar a luz, la madre se siente como vacía. Extenuada física y psíquicamente. Responder a las demandas del bebé le resulta trabajoso. Y más si es primeriza: está cansada, tensa, se siente inexperta y confusa respeto al trato con el recién nacido. “Las primeras semanas fueron tan difíciles para mí que empecé a dudar de mi capacidad para ser madre. En la calle, observaba a las mamas con sus bebés más mayores con envidia y admiración: ellas sí habían estado a la altura de las circunstancias…”, recuerda una mamá.
Pero pronto, la situación evoluciona. La madre empieza a entablar con su bebé una relación muy especial. Y en la mayoría de los casos, bastante exclusiva. El se ha convertido para ella en el centro del universo y el objeto de todos sus intereses o preocupaciones. “Más de una vez, me llegué a sentir incómodo con los amigos que venían a vernos. Mi mujer no era capaz de hablar de otra cosa que no fueran partos, bebés, biberones y pañales”, comenta un papá. El mundo se ha reducido de tal manera que convivir con ella resulta un tanto sofocante para quienes no tienen hijos. Y su total entrega al bebé puede convertirse en un motivo de celos para el joven padre que apenas reconoce a su compañera de antes.
La madre y el bebé viven un auténtico idilio. Delegar en el padre o en algún otro familiar las tareas de la crianza no suele ser de su agrado. Volver al trabajo puede que le cueste un gran esfuerzo. Su vida profesional ha pasado a un segundo plano en beneficio de la relación con su bebé. Lejos de él, está a disgusto. Se preocupa… ¿No le faltará de nada? ¿Estará tan bien atendido como con ella? “Mi madre me hizo notar que cuando llegaba a casa después del trabajo, lo primero que hacía era quitarle la chaqueta a mi hija diciendo que tenía mucho calor. En realidad, quien tenía calor era yo porque volvía en bicicleta”, cuenta Alejandra. Con esta inocente conducta, Alejandra expresaba sentimientos más profundos: su secreto convencimiento de que sólo ella era capaz de entender a su hija y de cuidarla.
¿Se deduce de esto que es una madre posesiva? De ninguna manera. Durante el primer año, el bebé necesita protección y muchos cuidados. La actitud de su madre es la adecuada. Pero esa actitud ha de evolucionar porque el bebé está “programado” por la naturaleza para convertirse en un ser sociable. Además, la finalidad de todo proceso educativo es enseñar a vivir con autonomía.
Primer semana después del parto

LA REGRESIÓN UTERINA
Durante el embarazo, el útero había alcanzado un volumen treinta o cuarenta veces superior al inicial. Al salir el feto y las membranas placentarias tiene el tamaño que tenía a los cuatro o cinco meses. Después empieza a reducirse gradualmente y este retorno a la normalidad va acompañado por pérdidas de sangre debidas a la vasta herida producida por la placenta, las cuales van reduciéndose a medida que la herida cicatriza.
LA SUBIDA DE LA LECHE
El primer líquido que se le ofrece al recién nacido no es leche, sino calostro, un líquido viscoso de color amarillento que contiene muchas sales y proteínas y pocos azúcares, con un elevado poder nutritivo y de acción laxante para el bebé. La verdadera función láctea se iniciará al tercer o cuarto día con la subida de la leche. Los senos se hinchan con una tensión inicialmente dolorosa, debida a la afluencia de sangre a las glándulas, que se disponen a iniciar su verdadero trabajo, y comienza entonces la lactancia.
La puérpera acercará el pequeño al pecho, a intervalos no inferiores a las cuatro horas, alimentándolo con ambos pechos, con una duración máxima de cinco minutos para cada pecho. De este modo, especialmente en la primípara, se evitará la maceración del pezón y la formación de grietas, como ocurriría si se utilizara un solo pecho.
Los mimos esperados por el bebé

Un bebé puede llorar entre dos y cuatro horas por día en diferentes momentos y tiene que ver con la necesidad de expresar un dolorcito, el hambre o la reacción ante algún ruido que lo molesta. En estos casos conviene que lo acompañe con calma. En el caso de que llore mucho conviene quitarle la ropita y colocarlo sobre la piel de su mamá abrazándolo mucho para darle la sensación de estar contenido en la panza de la mamá. No es imprescindible mecerlo mientras lo pasea ansiosamente por la habitación, sino por el contrario, arrullarlo suavemente y, a veces, simplemente quedarse sentada sosteniéndolo hasta que se le pase el llanto.
Todos esos mimos son imprescindibles para darle seguridad al recién nacido, son mitos esos que aseguran que si se los alza, si se los acaricia y se les demuestra el afecto de los pequeños gestos se vuelve caprichoso. Un bebé bien atendido será un niño seguro en el futuro y esto es lo que vale.
Cuando el bebé ha nacido

Después del esfuerzo realizado durante el nacimiento, mamá y su bebé deben recuperarse junto con papá, quien también ha pasado por U é momentos de ansiedad y nervios. Mientras su hijo duerme, ella lo recorre con su mirada y recuerda cada una de las páginas vividas a lo largo de estos nueve meses. Muchas alegrías… algunas dudas… diferentes preguntas que se fueron respondiendo de a poco. Pero el bebé ya está acá.
El parto, que duró un instante, los coloca a los tres en la puerta de entrada de un nuevo capítulo de sus vidas en el que ese bebé rosado será el gran protagonista. Habrá que amamantarlo, cuidarlo, ayudarlo a crecer sano. Aparecerán entonces nuevos interrogantes y ciertas vacilaciones relacionados con la etapa que acaban de estrenar. Hoy estamos junto a ellos para tranquilizarlos y darles la seguridad que necesitan.
El primer reconocimiento de la salud y el bienestar del bebé se realizó en la sala de partos, pero a medida que transcurren las horas y los primeros días, todos los bebés presentan cambios. Estos se deben a la adaptación a su nuevo habitat y a la alimentación diferente que han empezado a recibir.
Fuente crecebebe.com
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