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jueves, 14 de julio de 2011

El Parto con anestecia



Si bien los métodos de preparación para el parto (PSD) suponen una disminución real e importante del dolor, tal vez dicha disminución no te parezca suficiente y desees saber si existen medios para suprimirlo por completo.

Ese deseo me parece perfectamente normal y legítimo, e incluso pienso que las mujeres han actuado con moderación en su justa reivindicación de dar a luz sin sufrir; lo cierto es que si fueran los hombres los que parieran, hace mucho tiempo que se habría descubierto un medio de suprimir definitivamente el dolor.

Mas ese hombre que no soporta la idea de ir al dentista encuentra natural que su mujer sufra al traer a su hijo ai mundo; ese mismo hombre al que, para tener un hijo, le parece normal que su mujer estéril se opere varias veces, pondría el grito en el cielo si, siendo él el responsable de la esterilidad, se le pidiera que se dejara tomar una muestra de un testículo, con anestesia, por supuesto…

Afortunadamente, algunos médicos han hecho suya esa legítima aspiración, y existe un cierto número de técnicas destinadas a suprimir en gran parte el dolor durante el alumbramiento. Sin embargo, no hay que pensar que el problema esté resuelto, pues de hecho implica tres aspectos difícilmente conciliables:

1. Actuar suprimiendo el dolor, pero dejando a la mujer consciente a fin de que coopere y pueda ver nacer a su hijo.

2. Actuar sobre la madre sin actuar sobre el niño, al que no se debe dormir ni perturbar el inicio de su respiración pulmonar.

3. Actuar sobre los nervios del dolor sin influir en las contracciones uterinas a ¡Fin de no obstaculizar el descenso del niño.

Por desgracia, esos tres imperativos son contradictorios. Es preciso elegir, y ya hace tiempo que los médicos lo han hecho. Conceden la prioridad absoluta a esta regla fundamental: no afectar al niño ni a los mecanismos complejos y delicados que le permitirán iniciar su respiración pulmonar. Podrás darte cuenta por ti misma de que esta regla formal domina por completo el problema de la lucha contra el dolor en el proceso del parto.



El Temor al Parto


El temor al parto es uno de los sentimientos más habituales entre las futuras mamas. No es extraño.

Casi da la impresión de que el mundo en que vivimos propicia un poco este hecho. Por ejemplo, algunas mujeres relatan con tanta truculencia el nacimiento de sus retoños que ponen los pelos de punta: horas y horas de trabajo de parto, dolores insoportables, gritos, médicos y parteras antipatiquísimos…

Lo hacen sin mala intención (sólo por recordar algo que ha sido muy duro para ellas), pero sus comentarios pueden ser perjudiciales.

Por otra parte, las películas tampoco lo hacen fácil: en la pantalla, las parturientas siempre salen gritando y haciendo mil aspavientos (cuando no les toca dar a luz en un ascensor). ¿Cómo no van a tener miedo las interesadas?

Aunque es lógico sentir cierto temor (sobre todo, por la incertidumbre), no hay motivos para que la futura mamá viva aterrorizada durante los nueve meses de gestación. Parir es una actividad fisiológica natural.

Además, las condiciones médicas han mejorado muchísimo en las últimas décadas. El equipo de profesionales sabe muy bien lo que hace y atiende a las mujeres con dedicación y respeto. En nuestra época, el dolor insoportable ya no es parte obligada del parto.

Existen medicamentos que lo evitan. De modo que, tanto la sutura de la episiotomía como un posible desgarro, se producen sin el más mínimo dolor. En casos especiales o cuando es necesario practicar una intervención más importante (cesárea), se puede recurrir al bloqueo total de las sensaciones doloro-sas (anestesia peridural).

A pesar de todo, la situación presenta ciertas dificultades inevitables: la analgesia no elimina las molestias iniciales (que, por otra parte, resultan bastante llevaderas) y, a veces, no es posible recurrir a ella. Además, el cansancio siempre pasa factura (esto no tiene remedio). Sin embargo, el famoso dicho de que al ver al bebé todo se olvida, también es una verdad con mayúsculas.


Embarazo y Parto – Aspectos generales


El parto es el momento culminante de la gestación. Pero hasta que la mujer pueda tener en brazos al bebé por primera vez, su cuerpo debe experimentar una sucesión de cambios y sensaciones físicas, fundamentales para que tenga lugar el nacimiento.

El útero es un músculo que ha ido aumentando de volumen desde la concepción para albergar al bebé. Cuando el parto se desencadena, comienza a contraerse de forma regular y progresiva, con el único objetivo de facilitar la salida de la criatura y de la placenta. Las contracciones uterinas son imprescindibles para que el proceso avance, y condicionan la duración y desarrollo de éste. Pero no son exclusivas del parto. También aparecen durante el embarazo y el posparto, con funciones diferentes.

Constantemente desde el inicio de la gestación debido a diversos factores. Uno de ellos es que reconoce la presencia del bebé como un elemento extraño del organismo, que trata de expulsar. Esas contracciones son ineficaces y totalmente indoloras.

Tienen lugar a lo largo de toda la gestación, pero se aprecian más a partir de la semana 24. Mientras se producen, la embarazada no percibe dolor, sino un ligero endurecimiento del abdomen a intervalos irregulares. Suelen cesar con el reposo.

Las contracciones son preparatorias del parto y tienen la función de ir acortando y adelgazando el cuello del útero, hasta borrarlo, para que, posteriormente, empiece a dilatarse. Resultan más molestas que las anteriormente descriptas; la embarazada puede notar malestar general y un ligero dolor lumbar, que normalmente desaparece. Estas contracciones se producen en la última semana del embarazo y pueden ir acompañadas de la expulsión del tapón mucoso (una sustancia blanquecina y densa que “tapona” el cuello del útero, aislando al bebé del exterior). Lo que las distingue de las contracciones de parto propiamente dichas es que se presentan súbitamente, duran menos de 30 segundos y desaparecen después de un corto período.

Son muchos los factores que desencadenan el parto, entre otros, la propia constitución del útero materno y la secreción de prostaglandina que éste produce más la secreción de otra hormona (oxitocina), producida por el propio feto. Una vez que el parto ha comenzado, las contracciones sólo se detendrán cuando haya nacido el bebé y se expulse la placenta.



Anestesia por inhalación en el Parto


La más antigua conocida es la anestesia por medio del cloroformo, o anestesia «de la reina» (porque fue utilizada en 1853 para el parto de la reina Victoria de Inglaterra), muy perfeccionada desde aquella lejana época. El principio consiste en crear un estado de anestesia poco profunda o analgesia (supresión del dolor) por la respiración de las emanaciones de un producto anestésico, pero:

— el cloroformo, muy desagradable de aspirar, ha sido reemplazado por productos más modernos, que apenas huelen;

— el algodón, sobre el que se vertía el cloroformo, ha sido sustituido en la actualidad por un tubo inhalador por el que se aspira;

— el tubo inhalador es confiado a la futura madre, quien lo utiliza cuando le parece útil, es decir cada vez que las contracciones se hacen demasiado dolorosas.

Este método no es nada complicado, no hay ningún riesgo de que repercuta sobre el niño y atenúa en gran medida el dolor sin que la madre pierda el conocimiento (no se trata pues de una anestesia completa, sino de una simple analgesia). No obstante, deberá interrumpirse en el momento de la expulsión propiamente dicha, a fin de no entorpecer la necesaria cooperación de la madre en la salida de su hijo.

En la práctica, empero, su utilización se ha visto frenada considerablemente por un factor en el que los médicos no habían pensado: la ley. En efecto, toda anestesia, por mínima que sea, debe ser administrada por un anestesista —o en su presencia—, de lo contrario los tribunales no se privarían de condenar al partero que hubiera utilizado dicha técnica, en el caso de que sobreviniera el menor incidente.

Dado que los ataques judiciales contra los médicos se multiplican desde hace algunos años, es comprensible que éstos eviten correr el menor riesgo jurídico, privando a las futuras madres de los beneficios de esta técnica. Mientras la actitud de los jueces sea tan ciegamente severa con respecto a los médicos, o en tanto que la Seguridad Social siga considerando que dar a luz sin sufrir supone un lujo inútil (sin ingresos decentes para el anestesista), esta técnica de inhalación anestésica se verá condenada al olvido.



Medicamentos en el Parto


Medicamentos utilizados por el partero

En la actualidad, la medicina dispone de dos grandes grupos de medicamentos que permiten influir directamente sobre el útero y sobre sus contracciones, es decir sobre el motor mismo del parto. Se trata de los espasmoííticos y los ocitócicos.

Los espasmoííticos son medicamentos antiespasmódicos y tronadores que actúan como calmantes del motor uterino cuando éste va demasiado acelerado, lo que haría la fase de dilatación anárquica e ineficaz, agotadora para la mujer y peligrosa para el niño.

Los ocitócicos realizan la función de armonizar y reforzar las contracciones uterinas, dando un segundo impulso al motor uterino.
Debido a su poder acelerador, su utilización obliga a intensificar la vigilancia y la precaución, pero de hecho han transformado el desarrollo del parto y han acortado considerablemente su duración.

Gracias a ellos, ya no se ven partos que se eternicen decenas de horas.

Se trata del extracto de post-hipófisis, o de su equivalente sintético.

Respecto a su uso, es evidente que, para ser eficaces, estos medicamentos deben utilizarse en el momento oportuno. En consecuencia, sólo serán aplicados cuando está en juego el buen funcionamiento del motor uterino por una anomalía del parto, siendo normales, por otra parte, la pelvis materna y el tamaño y presentación del niño.

En la práctica, se les utiliza sobre todo mezclados con un frasco de suero, cuyo contenido es inyectado lentamente a la madre mediante una perfusión venosa en el brazo. De ese modo, el caudal es lento, calculado, regulable, y puede ser interrumpido en cualquier momento. No obstante, los espasmoííticos pueden aplicarse directamente en inyección intramuscular.

En definitiva, gracias a la juiciosa utilización de estos medicamentos, actualmente el tocólogo puede influir en la marcha del parto como mejor convenga al interés de la madre y de! hijo.

En un futuro no muy lejano, podrá disponer asimismo de un nuevo grupo de productos: las prostaglandinas, destinadas a desempeñar un importante papel en obstetricia, en especial para iniciar determinados partos.


Fuente el-bebe.org

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