
Lamentablemente, es más frecuente de lo deseable: los bebés o niños pequeños se atragantan con un trozo demasiado grande de comida o con un objeto pequeño que sin que nadie se diera cuenta, se han llevado a la boca.
En estos casos, es crucial que los adultos alrededor del niño sepan qué hacer en caso de atragantamiento en niños, ya que podrían salvar su vida.
Si el niño llora, grita, tose o habla es que el objeto no obstruyó por completo el paso del aire, en ese caso no hay que hacer nada que pueda empeorar las cosas y mejor ir cuanto antes a la sala de urgencias.
Caso contrario, es decir si el niño no puede respirar, deberás actuar para evitar mayores consecuencias:
• Si el niño tiene menos de dos años, debes mantenerle en posición ligeramente inclinada sobre tu antebrazo, con la cabeza hacia abajo. A continuación, debes alternar cinco golpes entre los omóplatos, realizados con la palma de la mano, con cinco compresiones torácicas. Las compresiones torácicas se realizan con el niño boca arriba, colocando dos dedos en la mitad inferior del esternón. Debes realizar estas acciones hasta que el pequeño expulse el objeto.
• Si el niño tiene más de dos años, debes colocarlo boca abajo sobre tus rodillas y darle cinco palmadas en la espalda, entre los omóplatos. Si el objeto no sale, puedes recurrir a la maniobra de Heimlich. Debes colocarte detrás del niño y ceñirle por la cintura, entre el tórax y la barriga, pasando los brazos por debajo de las axilas. Debes colocar una mano encima del ombligo y la otra por encima de ésta. A continuación, debes dar un golpe seco hacia el interior y hacia arriba. Repite la maniobra cinco veces, con decisión, hasta que el niño expulse el objeto.
En última instancia deberás evitar meter los dedos en la boca del pequeño para sacar el objeto a ciegas, pues puedes empeorar la situación. Si el niño tiene menos de dos años no puedes realizarle la maniobra de Heimlich porque existe el riesgo de dañar su hígado.
Aprendizaje de las primeras palabras

En el aprendizaje de las primeras palabras, el niño debe aprender a conectar correctamente secuencias de sonidos (también llamados significantes; por ejemplo, las letras que forman la palabra “perro”) a un conjunto de situaciones, usando como intermediarias las representaciones mentales (o significados; por ejemplo, la imagen de un perro).
No obstante, el niño debe dominar también otros aspectos como las relaciones de inclusión dentro de un conjunto (un perro es un animal), las relaciones entre una parte y un todo (dedo-mano-brazo), incompatibilidades léxicas (un perro no puede ser a la vez un gato) y los diferentes significados de una palabra, así como las relaciones que mantienen entre sí.
Así mismo, hay que incluir también los conocimientos sobre la morfología y categoría gramatical (nombre, verbo, etc) de cada término.
El niño produce sus primeras palabras entre los 10 y los 13 meses. Al principio es un proceso bastante lento, en el cual se tienen entre 50 y 100 palabras hacia los 18 meses. Más adelante se acelera progresivamente: 200 palabras hacia los 20 meses, entre 400 y 600 palabras hacia los 2 años, y 1.500 palabras hacia los 3 años.
Entre los 2 y los 5 años, el niño incorpora unas 3.500 palabras nuevas cada año. A partir de los 10 años de edad, suelen adquirir unas 10.000 palabras nuevas al año. Y al llegar a los libros de texto, los niños de 9 a 15 años contactan con al menos 100.000 palabras diferentes.
Debemos tener en cuenta que estas cifras son aproximadas, ya que el ritmo de adquisición de las primeras palabras puede variar de un niño a otro.
¿A qué se refieren las primeras palabras de los niños?
El niño habla de personas (papá, mamá, nene), animales (perro, gato, pato…), alimentos (agua, pan, manzana…), partes del cuerpo (ojos, boca, mano…), prendas de vestir (pantalón, camiseta, zapato…), vehículos (coche, barco, avión…), juguetes (pelota, puzzle, muñeca…) u objetos que se encuentran en la casa (cuchara, televisión, teléfono…), pero también de la localización en el espacio (arriba, abajo, al lado…) y deciertas rutinas (hola, gracias, por favor…).
Los términos que se refieren a objetos son más numerosos que los que se refieren a acciones generales (hacer, ir, tener…) que los niños usan, en un principio, en contextos muy variados. Estos contextos se van restringiendo a medida que aprenden términos más precisos.
Así mismo, los verbos de movimiento (correr, ir, saltar…) son anteriores a los de causa o finalidad (por ejemplo, estudiar) cuya referencia es más difícil de captar.
Hay que mencionar que existen unos fenómenos que se aprecian en la evolución de las estructuras conceptuales del niño y las relaciones entre éstas y el vocabulario:
* Sobreextrensión: el niño aplica una palabra a los miembros de una categoría que el adulto designa con esa palabra, pero lo usa igualmente para los miembros de otras categorías (por ejemplo, la palabra “perro” sería aplicada a todos los animales de cuatro patas). Podemos encontrarnos sobreinclusiones (extender un término a otras categorías que pertenecen al mismo grupo, generalmente, basándose en propiedades perceptivas; por ejemplo, usar la palabra “perro” para designar otros mamíferos) y sobreextensiones analógicas (generalizar un término, haciéndolo extensivo a entidades que pertenecen a otras categorías superiores, pero que poseen características comunes a las de otra categoría la que se refiere el adulto con este término; por ejemplo, usar la palabra “pelota” para todos los objetos redondos, como una manzana).
* Subextensión:el niño usa una palabra en un subconjunto de las situaciones para las que le adulto usa la misma palabra (el niño sólo dirá “manzana” cuando vea esta fruta del color que está acostumbrado a ver o a las de una frutería determinada).
* Identidad: el niño usa una palabra conforme al uso que de él hace el adulto.
* Discordancia: el niño usa un término sin ninguna relación con la del adulto (por ejemplo, llamar “libro” al mueble donde se guardan los libros).
* Recubrimiento: el niño usa una palabra sólo para una parte de las entidades que designa en su uso adulto y, además, otras entidades de otra categoría (por ejemplo, usar la palabra “perro” para referirse a perros grandes únicamente y, además, a lobos).
No obstante, es necesario distinguir estos fenómenos de otros llamados recategorizaciones, que consisten en que el niño usa un término por otro (por ejemplo, si el niño se pone un plato en la cabeza y nos dice que se trata de un sombrero, puede que tal vez nos esté intentando decir que está haciendo como que es un sombrero), y de los comentario (por ejemplo, si nuestro hijo nos enseña unos zapatos y nos dice “papá”, no significa que su padre sea ahora unos zapatos, sino que los zapatos son los de su padre).
Debemos tener cuidado a la hora de decir que nuestro hijo habla menos que otros niños, ya que cada uno es un mundo. Aunque si es verdad que ante un retraso significativo en la adquisición de las palabras, puede haber riesgo de desarrollar un retraso del lenguaje.
La iluminación del cuarto del bebé

Generalmente cuando pensamos en el cuarto de nuestro bebé, hacemos principal hincapié en los tonos de colores para las paredes, los muñecos, juguetes y adornos, pero habitualmente olvidamos un detalle para nada menor: la iluminación.
La iluminación es muy importante ya que ésta deberá graduarse al momento del día en que nos encontremos.
Para todo el día, o aquellos momentos de la noche en que el niño esté despierto y no desee aun conciliar el sueño, la luz a utilizar puede ser la misma que proviene de la lámpara central del cuarto.
Las lámparas para cuartos infantiles, poseen una gran variedad de diseños y decoraciones, que las hacen llamativas y objetos decorativos al mismo tiempo. Recordar que para los momentos en que el bebé está despierto, se debe tener buena iluminación. Ya sea que dediquemos este tiempo a higienizarlo, o interactuar con él, la luz del lugar debe ser óptima, ni muy fuerte, ni muy difusa. Esta aclaración viene al caso, porque al elegir lámparas con adornos, debemos descartar aquellas cuyos ornamentos sean demasiado grandes e interrumpan el canal luminoso.
Para cuando el bebé duerme, o al ser amamantado por las noches, se sugiere la utilización de luces mucho más difusas y de tonos opacos. En este sentido el mercado ofrece una serie de lámparas de pié o veladores de mesa muy coquetos y útiles.
Las lámparas deben estar acordes a la decoración del cuarto, para otorgar homogeneidad a la vista.
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