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lunes, 23 de agosto de 2010

La lactancia materna muy importante

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda alimentar al bebé con leche materna el máximo tiempo posible. El mínimo exigible sería hasta los seis meses, a fin de consolidar las defensas inmunológicas del infante. A partir de entonces se inicia el delicado tránsito de la leche al alimento sólido.

A medida que va creciendo, el bebé se vuelve más autónomo desde el punto de vista alimenticio. Ello supone para la madre invertir menos tiempo en darle de comer, al menos teóricamente. La práctica demuestra, sin embargo, que cuanto más mayor se hace el niño más se incrementa su nivel de distracción con lo que le rodea.

Para desesperación de la madre, esta actitud del bebé dilata su atención a la cuchara. Esa dificultad se puede sortear manteniendo al pequeño en un rincón tranquilo, sin estímulos visuales ni auditivos que le distraigan, pues de lo contrario al poco rato protestará para demostrar que vuelve a tener hambre.

En una reunión de pediatras de todo el mundo expertos en alimentación infantil, celebrada en Viena (Austria) en septiembre de 2007, quedó claro que trastornos como la obesidad o la bulimia pueden estar relacionados con experiencias negativas vividas en la más temprana infancia, cuando las madres riñen a los pequeños por no comer bien.

Karl Heinz Brisch, jefe de la unidad de psicosomática y psicoterapia pediátricas en la clínica universitaria de Múnich (Alemania), dijo en el encuentro que la falta de contactos íntimos con la madre y de relaciones que el bebé percibe como seguras, podrían ser la causa de ese tipo de problemas, sobre todo entre los adolescentes.

La popular "supernanny" británica, Jo Frost, recomienda en el libro-guía “Ya eres mamá” introducir ya que, en su opinión, malimentos sólidos en la dieta del bebé entre los cuatro y los seis meses uchos niños no tienen suficiente con la leche materna antes de cumplir el medio año de vida.

Los alimentos sólidos deben introducirse de forma gradual –dice la experta- , con unas cuantas cucharaditas en una comida concreta para saber si al bebé le sienta algo mal o no le gusta el nuevo “manjar”".

El problema del mantenimiento de la lactancia materna es básicamente social. Los nuevos roles de la mujer en las sociedades mínimamente avanzadas, junto con cierto desconocimiento de algunos aspectos del tema, así como la paulatina desaparición de la familia patriarcal, impiden que este tipo de alimentación natural se alargue.

En España, por ejemplo, solo tres de cada diez mujeres mantiene la lactancia cuando su bebé ha cumplido los seis meses, según recoge el manual de lactancia "De la teoría a la práctica", editado por la Asociación Española de Pediatría.

El 80 por ciento de las españolas decide amamantar a sus hijos cuando dan a luz, pero esta cifra disminuye al 68 por ciento a las seis semanas y al 52 por ciento a los tres meses, se dice en el manual.

El recuento estadístico revela que los motivos principales de este abandono, a pesar de la insistencia de los pediatras en que la leche materna es el mejor alimento para el bebé, están relacionados con el desconocimiento por parte de las mujeres de la técnica para amamantar correctamente y, en menor medida, con causas laborales.

María José Lozano, profesora de pediatría de la Universidad de Cantabria (Norte de España), rechaza la creencia de que hay mujeres que no tengan "buena leche" y no sean capaces de alimentar a sus hijos.

La percepción, falsa en la mayoría de los casos, de que el niño no se está nutriendo bien se debe a un error de la técnica que impide al bebé obtener todo el alimento que necesita.

"Si no se agarra bien al pecho, el niño sólo accede a la leche inicial en la tetada, rica en azúcares y proteínas, pero no a la más rica en grasa", recuerda la pediatra en declaraciones a Efe.

Entre los beneficios de una lactancia prolongada, además de los nutricionales, figuran las defensas ante infecciones que proporciona y el consiguiente ahorro en el gasto sanitario que ello conlleva. Además protege en la época adulta de patologías como la obesidad y las enfermedades cardiovasculares y mejora el desarrollo cognitivo del niño.

Para la madre, además de reforzar el vínculo afectivo con su hijo, disminuye el riesgo de hemorragias tras el parto, así como de padecer osteoporosis y cáncer de ovario y de mama.

El presidente de la Asociación Española de Pediatría, Alfonso Delgado, subraya de su lado que, con el fin de que la lactancia se afiance es "muy importante" que en las primeras semanas se dé el pecho cuando lo pida el niño, entre 8 y 10 tomas diarias, aunque esto no significa amamantarlo "cada vez que llore".

En caso de que el niño no consiga nutrirse lo suficiente no queda otro remedio que recurrir a la alimentación artificial, si bien, según recuerda Delgado, "por mucho que se avance, dista muchísimo de las ventajas de la leche materna".

Tras la etapa de la leche, ya sea materna o artificial, como único alimento, hay que iniciar el proceso de familiarización del bebé con los alimentos sólidos.

Lo más adecuado es mezclar la leche, o bien agua hervida y enfriada, con cereales infantiles, preferentemente de arroz porque no suelen provocar alergias. Los que proceden de trigo o maíz en cambio pueden provocar reacciones alérgicas.

Una vez comprobado que el niño no rechaza las primeras cucharaditas de leche o agua hervida mezcladas con los cereales, habrá que esperar un tiempo de adaptación mínima (dos o tres semanas) antes de pasar a las papillas o preparados alimenticios infantiles.

La Asociación Internacional de Pediatría (AIP) recuerda que, en esa nueva fase de alimentación del bebé, hay que evitar los siguientes productos en la elaboración de las comidas, bien porque pueden producir peligrosas alergias al bebé, bien porque no son aptos para su sistema metabólico aún inmaduro:

- Azúcar.
- Sirope de maíz.
- Miel.
- Sal.
- Huevos.
- Zumos sin pasteurizar.
- Cítricos.
- Mariscos.
- Leche de vaca.
- Semillas y frutos secos.
- Tomates, fresas y frambuesas.

Fuente www.hoymujer.com

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